Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 22 ene.— Cuando el 22 de enero de 1896, hace 122 años, el Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo Grajales y unos 1500 mambises orientales, entraban victoriosos en el poblado de Mantua, último lugar habitado de la provincia de Pinar del Río, se estaba completando la invasión de Oriente a Occidente considerada por los historiadores, no sólo de Cuba sino de América Latina y del mundo, como el hecho militar más audaz del siglo diecinueve.
La invasión a Occidente por el Titán de Bronce y su tropa, se había iniciado desde Mangos de Baraguá el 22 de octubre de 1895 y terminaba 92 días después, tras recorrer un trayecto a caballo y a pie de más de mil 700 kilómetros hasta la localidad de Mantua.
Durante esos días las huestes orientales del General Antonio tuvieron que librar unos 27 combates relevantes, atacando y tomando 22 poblaciones importantes de la Isla, donde además capturaron al enemigo dos mil 120 fusiles, 82 mil cartuchos y otros avituallamientos militares para fortalecer la invasión.
Cabe destacar que para esos momentos, España tenía en la Isla a más de 250 mil soldados entre tropas regulares e irregulares al mando de 42 Generales, además de contar con el apoyo de miles de voluntarios cubanos y españoles a su servicio, y tener 57 naves de la Marina de Guerra que patrullaban constantemente la Isla de un extremo a otro.
Al llegar el Titán de Bronce a Mantua el 22 de enero de 1895, sobre las cuatro de la tarde, el Ejército Libertador fue recibido con júbilo por los pobladores del lugar, que declararon la fecha como festiva para compartir con los invasores la épica hazaña.
Al siguiente día, 23 de enero, en el ayuntamiento del lugar se levantó un acta para que quedara como testimonio de la hazaña, la cual fue firmada por el Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo, otros miembros de su Estado Mayor, así como el alcalde, el cura párroco y otras personalidades de Mantua.
En España, el término de la invasión de Oriente a Occidente provocó una grave crisis de gobierno, cuestionándose la política de gastar en la Isla hasta el último hombre y la última peseta sin resultado alguno, mientras que el entonces Gobernador de la Isla y otrora “pacificador”, Arsenio Martínez Campos, presentaba su renuncia incapaz de poder controlar los embates de los mambises que combatían ya en todo el territorio nacional por la independencia.
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