Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 22 ene.— Se cumplen hoy 70 años de aquel 22 de enero de 1948 cuando la traición y el crimen cegaron una de las más valiosas vidas de este pueblo, la del líder azucarero Jesús Menéndez Larrondo, asesinado por orden del gobierno norteamericano por poner en peligro sus intereses en la isla.
Jesús Menéndez, quien había nacido el 14 de diciembre de 1911, en Encrucijada, Las Villas, surgió de los propios campos cañeros donde sufrió explotaciones de todo tipo, además de la racial porque era negro, reconvirtió así en el alma de este sector poblacional y de la lucha por sus reivindicaciones.
Hasta las mismas entrañas de Wall Street se fue Menéndez a llevar la cuestión azucarera cubana, defendiendo hasta sus últimas consecuencias los aumentos de precio para el bien del país y las demandas de los obreros, para mejorar el nivel de vida, por lo que prometió a los monopolios que sin ellos, no habría zafra en Cuba.
En esos trajines andaba Menéndez por todo el país, cuando Washington ordenó su muerte. En Manzanillo fue el crimen, cuando un esbirro, el capitán Casilla Lumpuy intentó detenerlo y ante la negativa del líder azucarero, lo asesinó por la espalda propinándole varios disparos, cegando la vida de este noble hijo de la clase obrera cubana.
El crimen de Jesús Menéndez estremeció a toda la nación y su entierro, en la capital, constituyó una de las más grandes manifestaciones de duelo que recuerda nuestra historia, lo que hizo atemorizar al gobierno de turno y a los propios norteamericanos.
Aunque en aquella ocasión hubo cierta mejoría económica, no fue hasta el primero de enero de 1959, en que la Revolución triunfante cumplió todas las aspiraciones de Jesús Menéndez y no solo reivindicó salarialmente a los obreros del sector, sino que le entregó el dominio de todos los centrales azucareros, para que los pusieran a producir de forma eficiente, por el bien de la patria y de toda la sociedad, como ahora es.
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