Por Claudia González Catalán
Santiago de Cuba, 23 jun.— Cuentan sus hijos que aquella joven delgada, con el cabello castaño siempre largo supo llevar su vida con bravura. Es demasiado tiempo para archivar en fotos, incluso, para precisiones onomásticas. Quizás por eso hoy, que Paula Cupull Reyes cumple cien años, todos la felicitan con el cariñoso apodo de Maíta.
Santiago de Cuba, 23 jun.— Cuentan sus hijos que aquella joven delgada, con el cabello castaño siempre largo supo llevar su vida con bravura. Es demasiado tiempo para archivar en fotos, incluso, para precisiones onomásticas. Quizás por eso hoy, que Paula Cupull Reyes cumple cien años, todos la felicitan con el cariñoso apodo de Maíta.
Maíta prefiere hablar de su casa en San
Pedrito. El sitio donde se cosieron brazaletes y socorrieron heridos en
silencio clandestino… Ella, sin embargo, asegura no tener tantas
historias propias.
“¿Tantas historias yo? -pregunta-, no tengo tantas… Pero te puedo hablar algo de la Federación. Soy fundadora de la Federación. El motivo es que nosotras estábamos organizadas en la Unidad Femenina y cuando por fin se crea la organización, nombraron la primera delegación de Santiago de Cuba en esta casa”.
Sin embargo, Maíta no fue sólo una singular protagonista de la Federación de Mujeres Cubanas. También trabajó como mensajera para el Ejército Rebelde y participó de los momentos fundacionales del Periódico Sierra Maestra.
“Eso fue en la insurrección, repartiendo unas boletas en forma de periodiquitos que daban. Yo era la mejor modista y siempre llevaba una revista y dentro tenía los papeles y donde podía, tiraba uno”.
El día de su centenario, la casa se vuelve pequeña para recibir a los amigos. Alguno pregunta por una fórmula que desafíe al tiempo, pero Maíta, desde su trono de tatarabuela, revela su única convicción.
“¡Trabajar!, desde chiquitica. Yo desde aquí estoy al tanto de todo. En la cuadra no se dejan de hacer las actividades mientras yo viva... Y me he ganado mi barrio. Por eso me siento feliz y llena de amor”.
Maíta conserva la riqueza de sus historias como vínculo con la gente. Las memorias, alimentadas por su curiosidad de cronista popular, son la razón de la fidelidad a su casa, su barrio, su patria, su vida.
“¿Tantas historias yo? -pregunta-, no tengo tantas… Pero te puedo hablar algo de la Federación. Soy fundadora de la Federación. El motivo es que nosotras estábamos organizadas en la Unidad Femenina y cuando por fin se crea la organización, nombraron la primera delegación de Santiago de Cuba en esta casa”.
Sin embargo, Maíta no fue sólo una singular protagonista de la Federación de Mujeres Cubanas. También trabajó como mensajera para el Ejército Rebelde y participó de los momentos fundacionales del Periódico Sierra Maestra.
“Eso fue en la insurrección, repartiendo unas boletas en forma de periodiquitos que daban. Yo era la mejor modista y siempre llevaba una revista y dentro tenía los papeles y donde podía, tiraba uno”.
El día de su centenario, la casa se vuelve pequeña para recibir a los amigos. Alguno pregunta por una fórmula que desafíe al tiempo, pero Maíta, desde su trono de tatarabuela, revela su única convicción.
“¡Trabajar!, desde chiquitica. Yo desde aquí estoy al tanto de todo. En la cuadra no se dejan de hacer las actividades mientras yo viva... Y me he ganado mi barrio. Por eso me siento feliz y llena de amor”.
Maíta conserva la riqueza de sus historias como vínculo con la gente. Las memorias, alimentadas por su curiosidad de cronista popular, son la razón de la fidelidad a su casa, su barrio, su patria, su vida.
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