Autor :Israel Hernández Planas
Entregar veinte mil litros de leche con tan sólo nueve vacas suele ser un reto bien difícil para cualquier ganadero. A tal proeza se dispone el productor Adalberto Méndez Sardiña.
Decenas de años en puestos de dirección de distintas empresas no mataron al agricultor encerrado en la piel de Adalberto Jorge Méndez Sardiña. Este hombre, conocido como Mejías, se rehusó a ser el apéndice de un buró para fundirse a la tierra y aplicar lo que tantas veces vio hacer a los campesinos.
Viendo su finca El Tamarindo, ubicada en la localidad de Sevilla se puede tener pruebas de que lo ha logrado sin dificultad. Robustos ejemplares vacunos, las siembras muy limpias y las porquerizas con un nivel de higiene inigualable, son algunas de las primeras impresiones que se tienen cuando se arriba a esta finca.
"Para mí ha sido un placer dedicarme a estas labores. Me pasé mucho tiempo como administrativo y pensaba en el día en que pudiera dedicarme por entero a la agricultura. Es cierto que ha llevado su buena dosis de esfuerzo, pero lo he llevado a cabo convencido de que es lo que más me gusta hacer", explica Mejías.
A penas unos meses y con unas nueve vacas Mejías ha logrado erigirse como uno de los mejores productores de leche de Santiago de Cuba, a la par casi de cualquier ganadero dedicado por largos años a la actividad. Hoy cuando aprieta las ubres de su ganado sólo piensa en superar las milenarias cantidades de leche fresca entregadas para el consumo social.
"El pasado 2011 entregué más de 17 000 litros pero sé que tengo potencial para llegar a los 20 000 este año. Sólo es cuestión de proponérselo y trabajar más duro. Pienso incrementar la biomasa pero en realidad estoy contando con las vacas que hasta ahora me dan excelentes cantidades de leche en dos ordeños diarios", expresa Mejías en plena función de ordeño vespertino.
Sin embargo este amante de la ganadería no se limita a pastorear su pasión. En sus dos caballerías otorgadas en usufructo cohabitan un convenio porcino con cuarenta ejemplares de peso extraordinario para su tiempo y el autoconsumo de su familia, actividades que terminan de acaparar el resto del tiempo de Mejías, un hombre a sus 66 años vive convencido de que sólo hay una fórmula para el éxito en la agricultura.
"Cuando uno se tira de la cama lo debe hacer con metas a corto plazo. Hoy haré estoy y debo hacerlo de la mejor manera posible, rayando la excelencia. Yo me dije, la jubilación no es para mí. No me iré de este mundo sin cumplir mis anehlos y qué bueno que mis sueños beneficien a los demás. Eso me hace feliz. Me da fuerzas para continuar día a día", sentencia Mejías.
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