Santiago de Cuba, 24 jul.— Silvia Polo Berto, es una mujer longeva que este octubre arribará a sus 89 años y por estos días próximos al 26 de Julio en el que se conmemora el aniversario sesenta y seis de los sucesos del Moncada, los recuerdos se agolpan en su mente como si el tiempo no hubiese transcurrido; así lo hace saber a esta reportera.
Ella era estudiante de enfermería aquel día glorioso de julio de 1953 y se encontraba en el antiguo hospital civil Saturnino Lora, uno de los sitios escogido por los asaltantes para combatir contra los guardias de la tiranía por su posición cercana al cuartel Moncada. Entre otros, se encontraban allí Abel y Haydée Santamaría, Melba Hernández y el doctor Mario Muñoz Monroy.
Ella con una mente preclara a pesar de sus años recuerda cada detalle de aquel día en que fue testigo excepcional de un hecho que marcó un hito en la historia de Cuba.
El vendaje que bajo protesta le pusieron a Abel en los ojos para simular que era un enfermo, la colaboración de las enfermeras y estudiantes para curar a los heridos, la confusión de un hecho desconocido y sangriento, el ultraje de los esbirros contra Mario Muñoz que llevaba su bata de médico y en el bolsillo grabado su nombre el que arrancaron de un tirón y lo sacaron a culatazos del hospital hasta hacerlo caer torcido de dolor. La respuesta de Abel ante la pregunta de su hermana Haydée, ¿Que hacemos ahora, qué vamos a hacer? “Salvar a Fidel, Fidel tiene que vivir”.
Los ojos de Silvia Polo se humedecen y toman un brillo especial cuando describe los rostros imberbes, los disparos, la delación de un hombre que identificaba a algunos de los muchachos que ellas trataban de proteger, la confusión, la incertidumbre de lo cierto. Se repone para asegurar: “Esos muchachos vinieron al Moncada convencidos de que la situación en que se encontraba el país en aquellos momentos había que acabarla”.
Los recuerdos de Fidel ya en octubre durante el juicio que se siguió luego del asalto al cuartel Moncada, en una de las salas de ese mismo hospital, le dio la posibilidad de conocerlo a menos de dos metros de distancia; lo vio venir, afirma, con pasos seguros, escoltado por guardias. Ella y otra alumna, a escondidas, escucharon su defensa y asegura que eso le cambio la vida y la hizo revolucionaria.
Se involucró en la lucha clandestina en Santiago y por la zona de su natal Manzanillo. Luego del triunfo revolucionario prestó servicios en el Hospital Provincial Saturnino Lora de esta ciudad y en el Centro Escolar 26 de Julio con una entrega absoluta, lo que permitió que recientemente la Asamblea Provincial del Poder Popular le entregara el reconocimiento 66 Eneros de victoria, lo que para ella significa según dijo: “…un orgullo muy especial a sus años y un homenaje a aquellos jóvenes que vinieron al asalto a cambiar el país y lo lograron con creces.”
Ellos están -apuntó Silvia Polo- en nosotros mismos, en cada obra que se construye, en cada enero feliz, en la modernización del equipamiento de los hospitales para atender mejor al pueblo, están presentes en todos los que pensamos hacer una Cuba mejor para el bien de todos, recordándolos siempre.
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