Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 14 may.— El 14 de mayo de 1869, hace 149 años, en un ataque al poblado de San Agustín de Aguarás, entre Las Tunas y Holguín, fue mortalmente herido el sargento del Ejército Libertador, marcos Evangelista Maceo, padre de la gloriosa estirpe de Los Maceo-Grajales, que según algunos historiadores no fallecería hasta el 23 de septiembre de ese propio año a causa de las heridas recibidas.
Las tropas mambisas participantes en ese ataque estaban dirigidas por el entonces Teniente Coronel Antonio Maceo Grajales, fuerza a la cual se había incorporado Marcos para luchar como un soldado más por la independencia de Cuba, teniendo ya 60 años de edad, ganándose los grados de sargento que ostentaba por su valentía y arrojo.
Marcos Evangelista Maceo era natural de Santiago de Cuba donde nació el 23 de abril de 1808. A partir de 1826 prestó servicios en la Compañía de Granaderos del batallón provisional de Santiago de Cuba, lo que le permitió ganar en experiencia militar, así como en conciencia social y patriótica, vivencias que más tarde seguramente transmitiría a sus hijos para luchar por la independencia.
Entre 1843 y 1845, Marcos inició una relación amorosa con Mariana Grajales con la cual no se casó oficialmente hasta 1851. De esa unión nacieron 10 hijos a los cuales se sumaron otros cuatro que ya tenía ella de su primer matrimonio con Fructuoso Regueifero del cual enviudó en 1840. A todos los muchachos Marcos los quiso por igual.
La pareja se instaló en la zona de Majaguabo, en San Luis, donde poseían la finca La Esperanza, la cual era trabajada por el matrimonio con la ayuda de todos los hijos, al tiempo que participaban activamente en tareas conspirativas contra España a través de una junta patriótica creada por ellos en esa zona.
Al estallar la gesta independentista el 10 de octubre de 1868 los Maceo Grajales encabezados por los propios progenitores secundaron el estallido y varios de ellos se incorporaron de inmediato a la guerra como Antonio y José Maceo. El mismo Marcos Evangelista, ya con 60 años, marchó a los combates contra España.
Las últimas palabras dichas por él poco antes de morir, según testigos presenciales, llevaban implícito su amor por la esposa y la independencia
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