Por Lourdes Palau Vázquez/Foto Internet
Santiago de Cuba, 11 ene.— Dicen que fue gris aquella tarde del 11 de Enero de 1980 en que el pueblo enlutado acompaño hasta su última morada a Celia Sánchez Manduley, la heroína de la Sierra y el llano.
Desde su media Luna Natal allá en Manzanillo, los que le conocieron en la clandestinidad, en la Sierra, en la organización de la Revolución naciente, los niños que asumió como una especie de hada madrina desde las montañas insurrectas mostraron aquel día triste de enero dolor e incredulidad, esa fue la reacción de un pueblo ante la pérdida de una de sus más querida hijas.
Resulta difícil referirse a Celia, la flor autóctona de la Revolución a pesar de su modestia porque tejió con amor infinito sus pasos como luchadora clandestina insuperable, guerrillera intrépida desde que fue la primera mujer en la Sierra Maestra que en el combate de Uvero se enfrentó al enemigo con un fusil M-1, incansable en la retaguardia del territorio rebelde durante toda la guerra y su inigualable tarea de salvar el legado documental de la Revolución la mantienen viva.
Hoy, pasados treinta y ocho años de aquel momento amargo continua siendo difícil referirse a Celia en pasado, la encontramos más que en la historia hermosa que atesoran los libros, en las fábricas donde las mujeres demuestran su capacidad como creadoras, en aquellas que como ella adornan sus vestidos con aretes y collares y salen prestas a entregarse a su labor cada día, en las que superan con ternura como nos enseñó cualquier misión por difícil que sea.
Apresar en palabras a Celia Sánchez resulta difícil, su propia honestidad lo impide por eso prefiero en un acto justo sintetizar su fértil vida diciendo que se mantiene Presente y Activa.
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