Por Noris Rosado Figueredo
Santiago de Cuba, 13 sep.— Mamá, madre, mamita, mami, éstas y otras, son las muchas formas de nombrar al ser que nos dio la vida, lo que nos ha caracterizado siempre, excepto en los últimos tiempos, en que ya casi se ha hecho moda, oir a los más jóvenes de casa, llamar a sus progenitoras por el nombre que le pusieron los abuelos.
Santiago de Cuba, 13 sep.— Mamá, madre, mamita, mami, éstas y otras, son las muchas formas de nombrar al ser que nos dio la vida, lo que nos ha caracterizado siempre, excepto en los últimos tiempos, en que ya casi se ha hecho moda, oir a los más jóvenes de casa, llamar a sus progenitoras por el nombre que le pusieron los abuelos.
Y tenía razón el colega ya jubilado, eso se ha convertido en una “moda”. Por supuesto, yo le llamaría fea moda, partiendo del hecho, de que esa mujer nos tuvo 9 meses en su vientre, y luego nos crió, hasta hacernos hombres y mujeres.
Hoy día, recuerdo con cariño a mi viejita querida, a la que la llamaba madre o mamá. También recuerdo con emoción, al Cardenal Jaime Ortega, en el programa de televisión, “Con 2 que se quieran”, de Amaury Pérez, hablando con tanta vehemencia y gran cariño de su madre, que fue su amiga y su todo junto a Dios. La madre, a la que nunca ocultó nada, ni siquiera la noticia de que el Papa Juan Pablo II, lo creara con tal condición.
¿Es que acaso los jóvenes por sentirse casi adultos, creen que ya no tienen que decirles a ese ser divino mamá, madre, madrecita, etc.?.
Hoy vienen a mi mente, mis abuelitas, aquellas ancianitas de pelo cano, que respondían felices, cuando yo les decía mamasita.
Por tanto, es hora de llamar a la reflexión a niños, adolescentes, jóvenes y adultos a abandonar la fea moda de llamar a sus madres por sus nombres.
Mercedes, María, Antonia, o Pilar, pueden ser una amiga, la vecina, la bodeguera o cualquier otra persona, pero MAMá, esa hermosa palabra de cuatro letras, sólo identifica al ser maravilloso, tierno y especial.
Un llamado para no perder el amor ni la ternura, porque como mamá, nadie podrá querer nunca. Porque ella es la obra maestra de la creación.
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