Por Dairon O. Caballero Heredia
Palma Soriano, Santiago de Cuba, 18 sep.— En esta semana en la que se celebró el Día Internacional de la Democracia establecido el 15 de septiembre de 2007 por la Asamblea General de Naciones Unidas, rostros como los de Ana Frank, una joven de 15 años asesinada en 1945 en un campo de concentración nazi por el único delito de ser judía, nos convidan a pensar en la palabra libertad.
Palma Soriano, Santiago de Cuba, 18 sep.— En esta semana en la que se celebró el Día Internacional de la Democracia establecido el 15 de septiembre de 2007 por la Asamblea General de Naciones Unidas, rostros como los de Ana Frank, una joven de 15 años asesinada en 1945 en un campo de concentración nazi por el único delito de ser judía, nos convidan a pensar en la palabra libertad.
¿Cuántos como ella no han sido víctima
del odio o las injusticias? Los de Hiroshima y Nagasaki, los de Vietnam,
los de Irak, Afganistán o Ayotzinapa. Ellos no tuvieron la dicha de
vivir en una República con todos y para el bien de todos.
Hoy los jóvenes cubanos pueden escribir sus diarios sin un final como el de Ana Frank. Pueden contar cómo fue la primera vez que vistieron sus uniformes escolares, cuando cuidaron las urnas en las elecciones del Poder Popular o ejercieron su derecho al voto. De ahí emana la ley primera de nuestra República, como diría el apóstol, del culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
Gracias a la voluntad interminable de quienes decidieron dibujar una realidad diferente para Cuba, nosotros podemos cerrar los ojos sin el temor de perderlos, disfrutar del presente y pensar en el futuro.
Es cierto que nuestro modelo socialista y democrático no es perfecto. Pero los agradecidos más que la crítica impasible ante las manchas de nuestro sol, hemos de ayudar a limpiarlas, a criticar con la intención de mejorar, para que ese, nuestro sol, siga brillando con más intensidad como ejemplo de democracia en el mundo.
Hoy los jóvenes cubanos pueden escribir sus diarios sin un final como el de Ana Frank. Pueden contar cómo fue la primera vez que vistieron sus uniformes escolares, cuando cuidaron las urnas en las elecciones del Poder Popular o ejercieron su derecho al voto. De ahí emana la ley primera de nuestra República, como diría el apóstol, del culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
Gracias a la voluntad interminable de quienes decidieron dibujar una realidad diferente para Cuba, nosotros podemos cerrar los ojos sin el temor de perderlos, disfrutar del presente y pensar en el futuro.
Es cierto que nuestro modelo socialista y democrático no es perfecto. Pero los agradecidos más que la crítica impasible ante las manchas de nuestro sol, hemos de ayudar a limpiarlas, a criticar con la intención de mejorar, para que ese, nuestro sol, siga brillando con más intensidad como ejemplo de democracia en el mundo.
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