Por Ivianna Rodríguez Santana
Santiago de Cuba, 20 nov.— Aún en las actuales sociedades "adultocéntricas", una pluralidad de voces permanece silenciada y sus derechos parecen estar confinados a una "tierra del nunca jamás" …Cuántos niños en el mundo forman parte de este gran coro silente… cuántos están forzados a trabajar en la lucha incesante por la sobrevivencia, obligados a portar armas o a someterse a la esclavitud sexual.
Distantes y ajenas pueden parecer estos ejemplos si los contrastamos con la realidad de la niñez en Cuba.
Nuestro país aplica a conciencia la
razón de ser de la Convención de los Derechos del Niño, el paso de
pequeños individuos receptivos, propiedad de sus padres, a entes
actuantes, con posibilidad de reclamo y con responsabilidades de acuerdo
con su edad y nivel de desarrollo.
La convención contiene 54 artículos que consagran la protección de los infantes contra toda forma de abandono, crueldad, discriminación y explotación, recalcan el derecho a un nombre y una nacionalidad, a la seguridad social, la educación y a la plena participación en la vida familiar, cultural y social.
Sin embargo más importante que el propio texto es su aplicación. Los derechos solamente son reales cuando se llevan a la práctica. Y en este sentido, todavía queda mucho por hacer a escala global.
Más, la voz de los niños cubanos no está silenciada. No para un país que trasciende el cumplimiento de las normativas jurídicas internacionales, para trabajar en el día a día desde el compromiso moral, bajo el precepto de que no hay nada más importante que un niño.
La convención contiene 54 artículos que consagran la protección de los infantes contra toda forma de abandono, crueldad, discriminación y explotación, recalcan el derecho a un nombre y una nacionalidad, a la seguridad social, la educación y a la plena participación en la vida familiar, cultural y social.
Sin embargo más importante que el propio texto es su aplicación. Los derechos solamente son reales cuando se llevan a la práctica. Y en este sentido, todavía queda mucho por hacer a escala global.
Más, la voz de los niños cubanos no está silenciada. No para un país que trasciende el cumplimiento de las normativas jurídicas internacionales, para trabajar en el día a día desde el compromiso moral, bajo el precepto de que no hay nada más importante que un niño.
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