Por Mariano Aldana Villalón
La agricultura santiaguera tiene ante si un serio
reto: incrementar la producción de frutales en el menor tiempo posible.
En esa lógica aspiración ya asoman resultados que apuntalan la base de
ese importante programa.
En esa línea de trabajo hay que
significar que el territorio ya completó las hectáreas para llevar a vía
de hecho esta producción, junto con cinco finca de nuevo tipo que
empezarán a aplicar tecnologías de policultivos, para buscar más
rendimientos de esos alimentos tan necesarios en la dieta humana.
Si cuantificamos los pasos dados por el movimiento de frutales, priorizado en el país, debo señalar que a las 12 cooperativas existentes se sumaron 20 nuevas hectáreas en el territorio, en su primera fase.
Actualmente, se siembran 20 especies de frutas en forma lineal, intercalando otros alimentos para aprovechar espacio, proteger el suelo y reciclar los nutrientes al cerrar los ciclos de energía, agua y desechos.
Dentro del programa a sembrar, las cooperativas que integran el movimiento estimulan el cultivo de seis especies fundamentales: mango, aguacate, guayaba, papaya, piña y zapote.
También en ese empeño se relacionan, igualmente, los empeños en el completamiento de las fincas de frutales puras en los nueve municipios santiagueros, algunos con más de una estructura de producción para fomentar con sentido agroecológico.
La estrategia del movimiento de frutales es muy ambiciosa pues está dirigida a aumentar la oferta fresca a la población, asegurar el suministro estable a la industria, satisfacer las demandas del turismo, sustituir importaciones de pulpas para compotas y dulces e incrementar las exportaciones.
Pero el proyecto frutícola no queda ahí. Va un poco más allá para completar su cadena con el beneficio en pequeñas industrias o minindustrias propias o cercanas a la forma productiva, a partir iniciativas locales de desarrollo de los municipios y puntos de venta de jugos en instituciones de Salud y el pueblo.
La cultura frutícola tiene Contramaestre un fuerte baluarte por su potencial productivo, en lo fundamental en cítricos. Muchas experiencias muestra en este sentido, ya que genera un amplio surtido de jugos, conservas y otros productos que favorecen la calidad de vida de sus pobladores y los de Santiago de Cuba en general.
Si cuantificamos los pasos dados por el movimiento de frutales, priorizado en el país, debo señalar que a las 12 cooperativas existentes se sumaron 20 nuevas hectáreas en el territorio, en su primera fase.
Actualmente, se siembran 20 especies de frutas en forma lineal, intercalando otros alimentos para aprovechar espacio, proteger el suelo y reciclar los nutrientes al cerrar los ciclos de energía, agua y desechos.
Dentro del programa a sembrar, las cooperativas que integran el movimiento estimulan el cultivo de seis especies fundamentales: mango, aguacate, guayaba, papaya, piña y zapote.
También en ese empeño se relacionan, igualmente, los empeños en el completamiento de las fincas de frutales puras en los nueve municipios santiagueros, algunos con más de una estructura de producción para fomentar con sentido agroecológico.
La estrategia del movimiento de frutales es muy ambiciosa pues está dirigida a aumentar la oferta fresca a la población, asegurar el suministro estable a la industria, satisfacer las demandas del turismo, sustituir importaciones de pulpas para compotas y dulces e incrementar las exportaciones.
Pero el proyecto frutícola no queda ahí. Va un poco más allá para completar su cadena con el beneficio en pequeñas industrias o minindustrias propias o cercanas a la forma productiva, a partir iniciativas locales de desarrollo de los municipios y puntos de venta de jugos en instituciones de Salud y el pueblo.
La cultura frutícola tiene Contramaestre un fuerte baluarte por su potencial productivo, en lo fundamental en cítricos. Muchas experiencias muestra en este sentido, ya que genera un amplio surtido de jugos, conservas y otros productos que favorecen la calidad de vida de sus pobladores y los de Santiago de Cuba en general.
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