Santiago de Cuba, 5 sep.— Aunque parezca o sea una frase hecha y cientos de veces repetidas, no deja de ser una verdad irrefutable: ser padre o madre es uno de los desafíos más difíciles que plantea la vida, pero también una tarea totalmente gratificante.
Ser padres es una opción tan importante, que puede darle sentido a la vida de una persona, sin embargo la formación y educación de un niño o niña, a veces es dejada totalmente a la escuela por quienes, con o sin razón, se escudan en la vorágine actual de la vida.
A pocos días de iniciarse en Cuba el curso escolar, pienso oportuno comentar y recordar que es la familia una institución viva y universal, convirtiéndose en la base de toda cultura, entendida en su concepto más amplio.
Entonces se imponen las preguntas ¿Cuántos padres o madres asisten frecuentemente a la escuela de sus hijos? ¿Cuántos revisan sus cuadernos y libretas para saber que materias están recibiendo? ¿Cuántos se interesan por ayudarlos en sus tareas o simplemente preguntan si tienen alguna duda?
Ojalá y estas interrogantes despierten o hagan reflexionar a quienes nunca o muy pocas veces se han interesado en lo que refieren. Es cierto que es la escuela la encargada de la instrucción de los niños y niñas, pero a ella no se debe encargar todo el proceso. Es imprescindible ayudar a nuestros hijos en su formación docente, vincularse a sus asignaturas y saber sobre sus dudas, pues esto les representa gran seguridad dado el hecho de que en sus padres pueden encontrar una fuente de conocimiento, que justamente proviene de las personas más cercanas de sus vidas.
En ocasiones los maestras y maestros establecen con nuestros hijos lazos de empatía y entendimiento, sin embargo y desafortunadamente, hay otras que no. Y es ahí, donde los adultos se vuelven el centro de confianza donde evacuar las dudas y hasta las insatisfacciones.
No demos por sentado que los niños tienen garantizado en las escuelas todo lo necesario para su educación académica. Aún cuando es así, la importancia de las funciones parentales reside en que no se trata sólo de nutrir y cuidar a los hijos, sino también de brindarles la protección y la educación necesaria, para que se desarrollen como personas sanas, solidarias pero también inteligentes.
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