Por Noris Rosado Figueredo
Para los bayameses, es un orgullo vivir en la tierra
que vio nacer a Carlos Manuel de Céspedes, aquel 18 de abril de 1819, y
para los santiagueros, un honor, rendir homenaje al Padre de la Patria,
cuyos restos descansan en el cementerio Santa Ifigenia de esta Ciudad
Héroe.
Ya desde 1867 Céspedes había iniciado sus labores como conspirador contra el gobierno español, fue abogado, colaboró con la prensa de La Habana, Santiago de Cuba y Manzanillo.
Fue Mayor General del Ejército Libertador y Presidente de la República en Armas. Su estrategia era llevar la guerra a toda la isla.
En mayo de 1870 su hijo más pequeño, Oscar, fue hecho prisionero y condenado a muerte por parte de del ejército español, y uno de los generales de esa fuerza le propuso a Céspedes cambiar la vida del joven y llegar a un arreglo, pero el viril bayamés le respondió: “Oscar no es mi único hijo, soy el padre de todos los cubanos que han muerto por la Revolución”. Ante esa actitud, los cubanos de honor lo nombraron “El Padre de la Patria”
Debido a contradicciones entre los miembros de la Junta revolucionaria, en 1873, Carlos Manuel de Céspedes fue destituido como presidente y confinado, sin una fuerte escolta, a la finca San Lorenzo en la Sierra Maestra donde se dedicó a escribir y enseñar a leer a los niños.
En ese lugar el 27 de febrero de 1874 fue sorprendido por una columna española y cayó heroicamente, el Padre de la Patria.
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