Por Margarita Piedra Cesar
Celia Sánchez Manduley, permíteme como cada 11 de enero, creer que nunca te has ido y que todavía estás entre nosotros, trayéndonos de la mano el sol de cada día, alegrando con tu sonrisa la mañana, abriendo las flores, repartiendo besos entre los niños, escuchando atenta al que te habla, soltando palomas al vuelo con mensajes de esperanzas, como en la Sierra o como todos los días, junto a Fidel, junto a tu pueblo, juntos todos en las más duras batallas, donde tu optimismo siempre nos acompaña, nos alienta y nos guía hacia la victoria, como aquella del glorioso enero de hace 52 años.
Permíteme Celia recordarte hoy sin hablar de muertes ni de fechas negras, sin llantos ni tristezas, porque usted no lo permitirá, usted que siempre creyó en la vida y en todo lo que ella pueda darnos, cuando se anda de su mano, libre como el viento, sin temer a las tempestades que puedan acecharnos.
Permíteme Celia Sánchez Manduley, en este 11 de enero, como aquel de 1980, pedirte que siga siendo usted, como esa estrella luminosa que distingue a nuestra bandera, como ese mar antillano reflejado en nuestro escudo, como esas palmas que se yerguen en nuestros campos, como esa flor mariposa prendida en su pelo, como esa yerba que se escapa de su tumba y crece, para decirnos que usted sigue estando en el presente y el futuro de la patria, donde usted existirá repetida en el rostro de cada mujer o niña cubanas, conde usted está por siempre y para siempre, viva, repetida en el canto de su pueblo que no le olvida.
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