El santiaguero y su Fiesta Mayor. Lo que lo hace peculiar
Por María Elena López Jiménez
Santiago de Cuba, 30 jul.— La ciudad regresó al ritmo cotidiano; la Fiesta Mayor y su adiós se siente en la misma sangre ya cuando declina el séptimo mes del año. En los 4 puntos cardinales sus hijos comentan y narran anécdotas de lo típico y de la singularidad que esta edición propuso.
No es noticia que el santiaguero espera y se prepara para cada carnaval: toda Cuba lo sabe y distingue además a quienes viven o trabajan lejos y se dan cita para esta fecha en su terruño natal. Se vuelve de hecho, una reunión de familias y amistades que traen nuevos aires.
Vale por la enraizada costumbre que habla de la identidad y de la protección de las tradiciones del carnaval, declarado desde el 2015, Patrimonio Cultural de la Nación.
Ahora quiero destacar las singularidades de este 2019 que marcó la diferencia y lo hace único en todo el país como afirma una visitante de ocasión: el encanto de los nombres de quioscos, restaurantes y carritos de expendios de comidas, refrescos y granizados en las distintas áreas de la ciudad en jolgorio; restaurante “María Cristina”; “Una mano amiga de la ciudad, Compay Tiago ”; El gordito sabroso; Ola criolla santiaguera; “Yo me perdí y me encontré”; “La aplanadora doscaminera”; “¿Quién contra mí?; El Chavo; El animal soy yo, “Matojo si suena” y “El platanal de Bartolo”, entre tantos que de hecho son testimonios de santiaguerías hacedoras de otra dimensión citadina. Vale por esos nombres defensores de lo nuestro.
Otra peculiaridad: las coreografías espontáneas que tienen un lugar cimero en muchas esquinas con música grabada, grupo de jóvenes, amigos o caminantes bailadores y que cada cual hacía gala de su maestría y los otros lo secundaban; alrededor un público aplaudiendo cuando algún paso se volvía espectacular. Vale por esta expresión de alegría infinita de un pueblo en Revolución.
Y la música tiene su buen ingrediente de lo criollo, esta vez desde la salida de las congas en San Juan sonó el estribillo “Quítame la mala vista, no sea tan envidioso”, de la afamada orquesta Los Karachis o “María se fue con otro por la madrugá” o “Esa pinta la tengo yo”; reafirmación de nuestros orígenes; cuando de este tópico se trata.
Entre el anecdotario, sobresale Cándido Fabré que en Carretera del Morro y Calle 3, amaneció amenizando y eran los 8 de la mañana del 29 y todavía sonaba con los bailadores; esa misma noche en Avenida de Céspedes y Carretera Central llenó cuadras enteras de público hasta que con una disciplina espartana cerró el carnaval en el reparto Sueño. Fabré ya se integra a la fiesta con tremendo colorido como lo hacía Pacho Alonso en el Paseo Martí y San Pedro; también tenía sus seguidores.
En el área infantil con los equipos que desde la década de los 90 del siglo XX se adicionó a estas celebraciones: los trabajadores trashumantes que van de fiestas en fiestas en toda la zona oriental y vuelven a su casa para fin de año; ellos también, cuentapropistas hablan de lo distinto, dígase catres, aparatos, carritos y vendedores pregoneros.
Ya el carnaval 2019 es pasado y el ritmo de la ciudad se normaliza; ahora a la higiene de las calles y zonas; en estos menesteres corren de boca en boca las historias que un día se transformarán casi en leyendas de nuestra cultura popular. Vale por este termómetro que es también Santiago de Cuba cuando de arte y folclore se trata.
De hecho, hombres, mujeres e infantes se disponen para otras acciones y siguen haciendo historia, por ejemplo, después de su Fiesta Mayor, cada 30 de julio, día de los mártires, van a la cita permanente con la peregrinación hasta el cementerio Santa Ifigenia, memoria permanente de Frank y Daniel.
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