Por Mercedes Acosta Fornaris
Santiago de Cuba, 1 jun.— El ejercicio periodístico en nuestra sociedad, no es un mero quehacer profesional ajustado a compromisos, como tantos otros, es mucho más por su elevada responsabilidad social.
Sabemos que, parafraseando a José Martí, se encarga, entre otras cosas, no sólo de informar, sino que, además, asume el rol de enseñar, guiar, dirigir, examinar los conflictos, proponer soluciones...Ahora en estos tiempos que corren, se impone la fuerza de las palabras, no con discursos repetitivos; la creatividad, la investigación y la sapiencia han de andar de manos de la razón y la verdad ante cada trabajo por simple que parezca.
Si bien la sociedad en que vivimos, a diferencia de otras, es portadora de valores, como resultado de todo cuanto ha hecho la Revolución, en razón de una obra superior enfocada en el bienestar humano, existen problemas que devienen desafíos a la prensa por su influjo en la conducta de las personas.
No podemos ignorar las expresiones recurrentes en lo que se refiere al mal comportamiento ciudadano, donde las indisciplinas e indolencias de muchos, ocasionan, no sólo daños físicos al entorno, sino que, además, lastran el buen decir y rozan la indecencia con actitudes y palabras, maneras que nada tienen que ver con nuestra plataforma. Abundan prácticas nocivas como la contaminación sonora, los
escándalos en vía pública, la difusión de composiciones musicales groseras y el ir y venir por las calles con equipos altoparlantes, cual una exhibición de poder; el irrespeto al adulto mayor y a la mujer, el uso de palabras obscenas, la falta de ética y el mal trato en diversos servicios públicos...
El comportamiento social es el proceder de las personas en correspondencia con su medio, fruto de la educación adquirida en el seno familiar, en la escuela, en la comunidad y en cuantos grupos de relación han integrado en el decurso de la vida; de ahí que en el modo de actuar de cada individuo se revelan las enseñanzas y experiencias conservadas y transmitidas de generación en generación: la actuación
cotidiana, las formas de cortesía y respeto, y cuantas manifestaciones de este tipo que conforman la identidad individual y colectiva. Mas tales hechos no son simples resultados de una sociedad, donde la educación, la formación de niños y jóvenes es lo primordial. Es contradictorio y tema para sociólogos, sicólogos y otros expertos. Lo cierto es que nos toca contribuir al cambio.
No pocas veces se ha enfatizado la necesidad de fortalecer la familia como célula principal, dada la manifestación de problemas conductuales. Cada formación económica social modifica las normas y valores sociales, lo que, de hecho, repercute en el funcionamiento familiar. En nuestro caso, la sociedad se armonizó en razón de abrir oportunidades para todas las figuras componentes de ese núcleo básico, pero, asimismo, sucedió que se independizaron los roles y las tomas de decisiones, y los más jóvenes fueron escapándose de la autoridad de los padres, según las circunstancias.
Satisface reconocer cuánto se ha elevado el nivel cultural y la capacidad de análisis y de autonomía de la población, como en ningún otro sitio, pero existen problemas, que no debemos soslayar, no somos los únicos encargados de resolverlos, pero no estamos exentos. La fuerza de las palabras puede contribuir mucho a la transformación de tales trazos negativos, ajenos a nuestra plataforma.
Hacia adentro tenemos que trabajar mucho y, ahora, además, en todo lo relacionado con nuestra nueva carta magna, la Constitución de la República. No podemos ir por en lado y el país por otro. Asimismo la Internet y sus redes constituyen un desafío permanente a los internautas de la prensa. Tampoco podemos mantenernos ajenos ante el recrudecimiento de medidas contra Cuba por parte del mandatario imperialista Donald Trump y sus grotescos seguidores, a las hostilidades desatadas contra Cuba y Venezuela, ni a nada que atente contra nuestra verdad y la razón, ni dentro, ni fuera de la nación. Nos toca sentirnos comprometidos con hacer Cuba y hacer Cuba no es simplemente una convocatoria nacida al calor de todo el proceso constitucional del país.
Desde 1959 hacemos Cuba para desarrollar la economía, para lograr una sociedad superior, para ser cada vez mejores y defender nuestros sueños de justicia. No bastan los éxitos de nuestra obra, su alcance y validez meridiana, hay que levantarse cada día con las armas del intelecto para defender lo logrado, renovar lo necesario y ser eminentemente creativos, sin el más mínimo margen a la mediocridad. Eso es, también, hacer Cuba.
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