Por Por José Antonio Fulgueiras
Santa Clara, Cuba, 29 dic.— A 60 años de su liberación por las tropas del comandante Ernesto Guevara, la capital de la provincia de Villa Clara, al centro de Cuba, insiste en llamarse la Ciudad del Che A pesar del tiempo, la ciudad mantiene el aliento y el ejemplo que le dejó entre sus avenidas estrechas y bifurcadas, la mítica figura del comandante guerrillero y sus huestes de barbudos.
La urbe cambió su estructura esclava, en la que los negros no podían pasearse por el parque Leoncio Vidal, para convertirse en una ciudad próspera.
En el fragor de la batalla, que se extendió desde el 25 de diciembre hasta el 1 de enero de 1959, el Che recorrió cada sitio de la misma para respaldar a sus hombres.
Una fuerza de alrededor de 300 rebeldes tomó entonces las principales instalaciones militares y obligó a más de un millar de guardias mejor armados a deponer las armas, a pesar de su ubicación en lugares estratégicos.
Guevara guió la Columna 8, Ciro Redondo, desde la Sierra Maestra y nada más llegar al macizo montañoso de El Escambray, al centro sur de Cuba, trabajo por la unidad de todas las fuerzas acantonadas allí.
Luego preparó una ofensiva contra los poblados que rodeaban a Santa Clara, que se inició con la toma de Fomento, el 16 de diciembre de 1958, y continuó con éxitos consecutivos en Cabaiguán, Guayos, Placetas, Caibarién, y Remedios, entre otros.
Más que los disparos y la táctica de combate y el arrojo de las fuerzas rebeldes, la batalla de Santa Clara, por dentro, enseñó a la historia un caudal de humanismo, poesía, solidaridad y amor.
Harry Villegas, quien acompañó al Che también en el Congo y Bolivia, rememoró que durante las acciones, Guevara le ordenó que saliera con un pelotón al frente por la vía que entronca con la carretera de Camajuaní.
El hoy general de brigada de la reserva organizó escuadras, a la izquierda, la derecha, y el centro, en la cual iba él, con vistas al avance, repliegue y contraataque.
Al Che no le gustó esa manera de avanzar y le ordenó que marchara en la punta y con todos los rebeldes por el centro de la calle.
Así caminaron un tramo y la lógica le decía que no, que era mejor utilizar la primera forma, recuerda Villegas, quien rememora que el Che lo volvió a llamar y le gritó enfurecido que era un cobarde y que caminara como él le decía.
Luego, al llegar al edificio de Obras Públicas, donde se encontraba la comandancia rebelde, Guevara lo llamó para un lado y le dijo bajito: "Coño chico, tu no ves que ese pelotón que te di es de gente nueva y yo lo que quería que les dieras un ejemplo de valentía para que te siguieran".
Para entonces, el pueblo salía a las calles y coreaba el nombre del Che, en tanto los aviones daban vueltas y tiroteaban a los rebeldes, incluso con tanques.
De esas acciones vale destacar la colaboración de todas las fuerzas involucradas, entre ellas la del Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el descarrilamiento y toma de un tren blindado, que había llegado con armas y otros pertrechos de guerra desde La Habana.
El Che en persona negoció la rendición de los ocupantes del tren.
La batalla dejó momentos de sumo dolor, como la muerte del capitán Roberto Rodríguez, El Vaquerito, fulminado desde una azotea en lucha desigual contra la jefatura de Policía.
Luego del triunfo, el guerrillero argentino-cubano desempeñó disímiles responsabilidades y dirigió agrupaciones militares en África y Bolivia, donde perdió la vida el 9 de octubre de 1967.
Casi 30 años después sus restos fueron encontrados en las cercanías de la ciudad boliviana de Vallegrande y trasladados a Santa Clara, junto a la mayoría de los caídos en aquellas tierras.
Con su presencia, la pequeña urbe reclamó con más fuerza el nombre de Ciudad del Che.
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