Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 26 mar.— Nacido el 26 de marzo de 1848 en La Habana, hace 170 años, Manuel Sanguily fue un destacado combatiente de nuestras gestas independentistas donde alcanzó el grado de Coronel, pero también empleó sus dotes periodísticas utilizando la palabra escrita como lanza contra el colonialismo español y después contra los interventores norteamericanos en la isla.
Durante la Guerra de los 10 Años, mientras cumplía todo tipo de acciones militares Sanguily colaboró con publicaciones insurrectas como la Estrella Solitaria, el Cubano Libre y Boletín de la Guerra, aunque por la vorágine de la contienda no pudo concentrar todas sus energías en el frente intelectual.
Sin embargo, fue durante el período entre las guerras del 68 y el 95 que Sanguily fundó la publicación Hojas Literarias, que por su prosa incisiva, de análisis crítico, reflejaron su inconformidad con el estado de opresión de España sobre la isla de Cuba. No fue hasta que terminó la guerra del 95 con la intervención norteamericana que se hizo escuchar como nunca antes la palabra del patriota Manuel Sanguily y muestra de ello fueron los 66 artículos editoriales publicados en el Periódico La Discusión durante 1899, lo que hizo auxiliándose del anonimato.
Desde este periódico Sanguily denunció las verdaderas intenciones de la potencia interventora y en uno de esos editoriales alertaba: “Lo mismo es tener que ir a Washington a pedir lo nuestro en inglés, que tener que ir a Madrid a pedirlo en castellano”
Desde que se oficializó la república neocolonial los discursos de Sanguily dejaron de prevenir la dominación yanqui y la atacó abiertamente, como fue su intervención en el Senado en marzo de 1903, en contra del Tratado de Reciprocidad Comercial y la venta de tierras al extranjero.
Manuel Sanguily falleció el 23 de enero de 1926, a la edad de 78 años y dejó entre los cubanos de su tiempo y para las nuevas generaciones un ejemplo de intelectual comprometido con la libertad y la justicia social de su pueblo, luchando para alcanzarla lo mismo con las armas en las manos que con el pensamiento y la palabra como lanzas.
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