Santiago de Cuba, 25 jul.— El sábado 25 de julio de 1953 era el día de Santiago Apóstol y en la noche, en Santiago de Cuba, el jolgorio del carnaval elevaba su temperatura al ritmo de congas y cornetas chinas festejando el aniversario 442 de la ciudad.
Algo alejado de las diversiones, en la
Granjita Villa Blanca, próxima a Siboney, 129 hombres y dos mujeres en
penumbras y silenciosamente, se movían inquietos en un constante ir y
venir preparándose para atacar el cuartel Moncada, algo así como tomar
el cielo por asalto.
Más distante, en Bayamo, otros 27 hombres se enfrascaban en igual empeño: tomar el cuartel Carlos Manuel de Céspedes. Esa misma noche Fidel los había visitado precisando el objetivo de la acción que no era otro que impedir el envió de refuerzos de Holguín y Manzanillo hacia el Moncada.
Distribuidas las armas y los uniformes en la Granjita Siboney, Fidel reunió a los hombres y les habló: “Vamos a atacar el cuartel Moncada.
Será un ataque por sorpresa. NO debe durar más de 10 minutos”, e inmediatamente explicó el plan de la acción que se ejecutaría dividida en tres grupos, el mayor, que él lideraba, entraría en la fortaleza y dominaría a los soldados que allí se encontraban; otros 20 hombres y las dos mujeres irían al Hospital Civil que se encontraba a un costado de la fortaleza dirigidos por Abel Santamaría y un tercer grupo de seis hombres al mando de Lester Rodríguez ocuparía el Palacio de Justicia para desde su azotea hostigar a la guarnición del cuartel.
Para la mayoría de aquellos hombres lo de ataque al Moncada fue una sorpresa, pero Fidel les dijo que la participación sería voluntaria.
Diez de los presentes se arrepintieron y fueron aislados del contingente, que finalmente se redujo a 119 combatientes más las dos mujeres. En Bayamo, tres se arrepintieron también de participar y tres no se presentaron a la hora de la partida, quedando en 21 el número de atacantes.
Antes de partir Abel Santamaría, segundo jefe del movimiento también les habló diciéndoles: “Es necesario que todos vayamos con fe en el triunfo, pero si el destino es adverso estamos obligados a ser valientes en la derrota pues lo que pase allí se sabrá algún día (…) nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitiga el dolor que podamos causarles a nuestros padres y demás seres queridos. ¡Morir por la patria es vivir!
Pasada las cuatro de la madrugada del 26 de julio de 1953 se dio a conocer la proclama que sería leída a la nación después del ataque y el poeta Raúl Gómez García, con voz enardecida leyó su poema Ya Estamos en Combate.
A las cinco de la mañana, distribuidos en 16 autos los 119 atacantes del Moncada partirían de la Granjita Siboney para quince minutos después escribir una de las páginas más gloriosas de nuestra historia, reiniciando así la Revolución Cubana, la misma de Carlos manuel de Céspedes en 1868 y de José Martí en 1895.
Más distante, en Bayamo, otros 27 hombres se enfrascaban en igual empeño: tomar el cuartel Carlos Manuel de Céspedes. Esa misma noche Fidel los había visitado precisando el objetivo de la acción que no era otro que impedir el envió de refuerzos de Holguín y Manzanillo hacia el Moncada.
Distribuidas las armas y los uniformes en la Granjita Siboney, Fidel reunió a los hombres y les habló: “Vamos a atacar el cuartel Moncada.
Será un ataque por sorpresa. NO debe durar más de 10 minutos”, e inmediatamente explicó el plan de la acción que se ejecutaría dividida en tres grupos, el mayor, que él lideraba, entraría en la fortaleza y dominaría a los soldados que allí se encontraban; otros 20 hombres y las dos mujeres irían al Hospital Civil que se encontraba a un costado de la fortaleza dirigidos por Abel Santamaría y un tercer grupo de seis hombres al mando de Lester Rodríguez ocuparía el Palacio de Justicia para desde su azotea hostigar a la guarnición del cuartel.
Para la mayoría de aquellos hombres lo de ataque al Moncada fue una sorpresa, pero Fidel les dijo que la participación sería voluntaria.
Diez de los presentes se arrepintieron y fueron aislados del contingente, que finalmente se redujo a 119 combatientes más las dos mujeres. En Bayamo, tres se arrepintieron también de participar y tres no se presentaron a la hora de la partida, quedando en 21 el número de atacantes.
Antes de partir Abel Santamaría, segundo jefe del movimiento también les habló diciéndoles: “Es necesario que todos vayamos con fe en el triunfo, pero si el destino es adverso estamos obligados a ser valientes en la derrota pues lo que pase allí se sabrá algún día (…) nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitiga el dolor que podamos causarles a nuestros padres y demás seres queridos. ¡Morir por la patria es vivir!
Pasada las cuatro de la madrugada del 26 de julio de 1953 se dio a conocer la proclama que sería leída a la nación después del ataque y el poeta Raúl Gómez García, con voz enardecida leyó su poema Ya Estamos en Combate.
A las cinco de la mañana, distribuidos en 16 autos los 119 atacantes del Moncada partirían de la Granjita Siboney para quince minutos después escribir una de las páginas más gloriosas de nuestra historia, reiniciando así la Revolución Cubana, la misma de Carlos manuel de Céspedes en 1868 y de José Martí en 1895.
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