Santiago de Cuba, 28 ene.— Para algunos tocados por la divinidad, para otros un hombre que supo emplear bien cada instante de su vida. Para muchos, se multiplicó y ahora está más allá de cualquier frontera, hecho historia en cada continente, llamando a la continuidad del combate.
Contra las desigualdades e injusticias
se alza una voz desde la humildad y el humanismo. Un hombre trasciende y
se multiplica, porque por encima de razas, creencias, en medio de la
inmensa diversidad de este planeta, creyó en la necesidad de vernos como
iguales en nuestra condición como especie humana.
Creyó que “un día no nos separarán orígenes étnicos, ni chovinismos nacionales, ni fronteras, ni ríos ni mares, ni océanos, ni distancias, seremos, por encima de todo, seres humanos, llamados a vivir, inevitablemente, en un mundo globalizado, pero verdaderamente justo, solidario y pacífico, ese día hay que ganarlo luchando”.
Por eso, como un eco, vuelve esa voz convertida en millones, desde muchos lugares del mundo, en diversos idiomas, reafirmando sus ideas humanistas. Como en los representantes de Comités de Solidaridad con Cuba, lo expresan el puertorriqueño Julio Muriente y el austriaco Hermann Pernerstorfer, por sólo citar algunos.
Entre esas voces la de Lucius Walker, resulta inolvidable, aquella que lideró innumerables caravanas e históricas imágenes que dan fé del valor de las ideas. Al conversar con su hija, Gal Walker, decía que Fidel estuvo en contacto con la historia, como muy pocos pudieran contar. La vió, la hizo, y la influyó para eternizarse en ella más allá de la muerte. Así se diseminó por el planeta e insta a la unidad y a la justicia en todos los idiomas.
Tal y como el Líder de la Revolución Cubana afirmara, “al final, tendrán que reconocer que fuimos firmes, que defendimos nuestras convicciones, que defendimos nuestra independencia, y quisímos hacer justicia, que fuimos rebeldes. Y si a David se le recuerda porque luchó contra Goliat, a los cubanos, que constituimos un David mucho más pequeño, contra un Goliat mucho más grande, se nos tendrá que recordar tanto como se recuerda a David”.
Creyó que “un día no nos separarán orígenes étnicos, ni chovinismos nacionales, ni fronteras, ni ríos ni mares, ni océanos, ni distancias, seremos, por encima de todo, seres humanos, llamados a vivir, inevitablemente, en un mundo globalizado, pero verdaderamente justo, solidario y pacífico, ese día hay que ganarlo luchando”.
Por eso, como un eco, vuelve esa voz convertida en millones, desde muchos lugares del mundo, en diversos idiomas, reafirmando sus ideas humanistas. Como en los representantes de Comités de Solidaridad con Cuba, lo expresan el puertorriqueño Julio Muriente y el austriaco Hermann Pernerstorfer, por sólo citar algunos.
Entre esas voces la de Lucius Walker, resulta inolvidable, aquella que lideró innumerables caravanas e históricas imágenes que dan fé del valor de las ideas. Al conversar con su hija, Gal Walker, decía que Fidel estuvo en contacto con la historia, como muy pocos pudieran contar. La vió, la hizo, y la influyó para eternizarse en ella más allá de la muerte. Así se diseminó por el planeta e insta a la unidad y a la justicia en todos los idiomas.
Tal y como el Líder de la Revolución Cubana afirmara, “al final, tendrán que reconocer que fuimos firmes, que defendimos nuestras convicciones, que defendimos nuestra independencia, y quisímos hacer justicia, que fuimos rebeldes. Y si a David se le recuerda porque luchó contra Goliat, a los cubanos, que constituimos un David mucho más pequeño, contra un Goliat mucho más grande, se nos tendrá que recordar tanto como se recuerda a David”.
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