Santiago de Cuba, 16 oct.— Hace unos 15 años por razones de salud coincidimos en un centro asistencial una señora y yo que las propias circunstancias como pacientes nos acercaron y entramos en el dialogo cubano de hacernos saber lo que pensamos sobre determinados asuntos, Silvia Polo es su nombre.
La experimentada mujer en materia de
enfermería me daba consejos a seguir ante una operación de la vesícula
por el método de mínimo acceso al que fuimos sometidas el mismo día, de
ahí conocí que fue enfermera durante muchos años y ya estaba jubilada
pero supe además de algo que la hizo para mi testigo excepcional.
El 16 de Octubre de 1953 Silvia era estudiante de enfermería y ella junto a otras alumnas de su curso escucharon detrás de una puerta en el antiguo hospital Saturnino Lora de Santiago de Cuba la autodefensa de nuestro líder histórico Fidel Castro juzgado allí por los sucesos del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Con mucha emoción y a la luz del tiempo ya transcurrido para entonces rememoraba la claridad de ideas expresadas por Fidel de lo que pasaría si hubieran triunfado cuando él y sus compañeros se dispusieron a arriesgar sus vidas por ver la Patria libre.
Recordó Silvia la voz firme de Fidel denunciando los males de la sociedad, de los niños del campo que eran devorados por los parásitos, de los altos pagos de alquileres por la mayor parte de la población urbana por las casas que ocupaban, el desalojo a campesinos y sus familias que la mayoría vivían en precarias condiciones de hacinamiento y pobreza, el inmenso desempleo que superaba el millón de personas en Cuba.
Tantas y tantas cosas que en aquel momento no siempre comprendimos como ahora me contó Silvia Polo, pero desde ese día que nunca voy a olvidar hubo dos cosas que me marcaron para toda la vida y me parece estarlas mirando y escuchando como si fuera ahora. Una, Fidel joven y altivo entrando a la sala custodiado por dos guardias y esposado y la otra el final de su autodefensa, todavía me emocionan aquellas palabras que a escondidas nos hicieron abrazar con lágrimas en los ojos a mis amigas y a mí que éramos unas muchachas.
De manera enérgica sin el más mínimo miedo a pesar de las adversas circunstancias para él dijo: Parecía que el apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre ¡Tanta era la afrenta! Pero vive no ha muerto, su pueblo es Rebelde, es digno; hay jóvenes que en magnifico desagravio, vinieron a morir junto a su tumba a darle su sangre y su vida, para que el siga viviendo en el alma de la Patria. Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu apóstol. ¡Condenadme no importa la historia me absolverá!
El 16 de Octubre de 1953 Silvia era estudiante de enfermería y ella junto a otras alumnas de su curso escucharon detrás de una puerta en el antiguo hospital Saturnino Lora de Santiago de Cuba la autodefensa de nuestro líder histórico Fidel Castro juzgado allí por los sucesos del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Con mucha emoción y a la luz del tiempo ya transcurrido para entonces rememoraba la claridad de ideas expresadas por Fidel de lo que pasaría si hubieran triunfado cuando él y sus compañeros se dispusieron a arriesgar sus vidas por ver la Patria libre.
Recordó Silvia la voz firme de Fidel denunciando los males de la sociedad, de los niños del campo que eran devorados por los parásitos, de los altos pagos de alquileres por la mayor parte de la población urbana por las casas que ocupaban, el desalojo a campesinos y sus familias que la mayoría vivían en precarias condiciones de hacinamiento y pobreza, el inmenso desempleo que superaba el millón de personas en Cuba.
Tantas y tantas cosas que en aquel momento no siempre comprendimos como ahora me contó Silvia Polo, pero desde ese día que nunca voy a olvidar hubo dos cosas que me marcaron para toda la vida y me parece estarlas mirando y escuchando como si fuera ahora. Una, Fidel joven y altivo entrando a la sala custodiado por dos guardias y esposado y la otra el final de su autodefensa, todavía me emocionan aquellas palabras que a escondidas nos hicieron abrazar con lágrimas en los ojos a mis amigas y a mí que éramos unas muchachas.
De manera enérgica sin el más mínimo miedo a pesar de las adversas circunstancias para él dijo: Parecía que el apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre ¡Tanta era la afrenta! Pero vive no ha muerto, su pueblo es Rebelde, es digno; hay jóvenes que en magnifico desagravio, vinieron a morir junto a su tumba a darle su sangre y su vida, para que el siga viviendo en el alma de la Patria. Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu apóstol. ¡Condenadme no importa la historia me absolverá!
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