Plaza de la revolución

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sábado, 10 de octubre de 2015

Santiago de Cuba: raíz de ciencia y conciencia


Seminario San Carlos/Foto ECUREDPor Dayron Chang Arranz

Santiago de Cuba, 10 oct.— Nuestra búsqueda por lo real maravilloso nos conduce hasta las aulas del Seminario San Basilio Magno, hito de la educación santiaguera y primer centro de la enseñanza superior de la isla encargado de ilustrar a la Cuba Colonial. Sería este uno de los primeros intentos por compartir e inculcar el conocimiento, aunque desde la llegada de los colonizadores y el surgimiento de la catedral en 1522 estuvo en la mira la educación y religión como método de dominación.
Sería precisamente tras los muros de la Catedral donde se crearía un espacio sui géneris: el Alexo Aeia. Era ésta un aula donde diversos religiosos impartían música, latín, letras, y otros saberes a fines con la época. Es en estas aulas donde encontramos además a Miguel Velázquez, primer maestro cubano, hijo de español y de india que por su mestizaje y arraigo es considerado por algunos historiadores como el primer santiaguero.

Una tarja al costado de la Santa Basílica Metropolitana de Santiago recuerda el legado de este hombre quien en sus escritos mostrara una de las reacciones primigenias contra el colonialismo dominante. “Esta es una tierra triste porque es una tierra de señorío y de tiranía”, expresaba Miguel Velázquez en fechas casi fundacionales.

Durante el siglo XVI y XVII la educación evolucionaría muy incipientemente. El estilo monopolizador de la Iglesia Católica no le permitiría avanzar ni encontrar otros horizontes. Sería el XVIII el siglo de las luces para la educación con la fundación en 1722 del famoso Seminario San Basilio Magno. Quien transita por las calles de Santiago de Cuba podría encontrarse aún esta raíz cubana donde se propagó ciencia y conciencia.

Era este un seminario que desde sus inicios formó a los jóvenes de la región oriental bajo preceptos disímiles de la cultura. En sus recintos se destacaron profesores como Santiago Hechavarría, el padre Alzuna y alumnos también eminentes.

El seminario marca un antes y un después en la educación cubana pues se concibió en él una enseñanza amplia y multidisciplinar que aunque no tuviera la categoría de Superior si se acercaba bastante a la instrucción que hoy aspiramos de un estudiante universitario.

En el siglo XIX se genera una eclosión de escuelas y centros docentes. Los propios franceses emigrados de Haití fundan algunas de ellas, al igual que diversos pedagogos santiagueros. Entre ellos podemos mencionar al insigne colegio Santiago dirigido por el educador Juan Bautista Sagarra, considerado por José de la Luz Caballero como la antorcha que mas brillaba en la pedagogía cubana.

Aun así para la mayoría de los estudiosos del tema el verdadero hito del período estuvo en la formación del Instituto de Segunda enseñanza, lugar que marcaría un peldaño superior porque además de compartir una elevada cultura fue semillero para la forja de patriotas.

Profesores como Manuel Ramón Fernández Rubalcava, uno de los fundadores del Gran Oriente de Cuba y las Antillas  -institución masónica que promovió la independencia de Cuba- estuvo entre los educadores que infundó entre sus alumnos las ansias libertarias. Ello devino en que muchos de ellos se alzaran en armas y fueran a la manigua alcanzando algunos el grado de general.

Por eso las autoridades españolas ordenan clausurar el colegio hasta que muchos años después vuelve a abrirse, esta vez bajo el neocolonial poderío norteamericano. Dentro de sus nuevas aulas se destacarían y formarían representantes de una nueva generación como fue Pablo de la Torriente Brau.

Ya en el siglo XX se funda -al calor de los esfuerzos de la primera intervención norteamericana por elevar la cultura del pueblo- la Escuela Normal para Maestros de Oriente.

Este recinto –declarado Monumento Nacional- fue una fragua de científicos, de pedagogos y también de patriotas. Su claustro contó con ilustrados personajes como Max y Camila Henríquez Ureña y tuvo alumnos como Frank País y Pepito Tey. En sus recintos disertó sobre poesía –según reseñan los periódicos de la época- el dramaturgo español Federico García Lorca, quien de paso por la ciudad se inspiró en ella para escribir el elocuente poema Son de negros en Cuba, recordado armónicamente por su recurrente estribillo: Iré a Santiago.

Posteriormente, surgió la Escuela de Artes y Oficios y un conjunto de centros privados y públicos como la Salle –actual Instituto Preuniversitario Rafael María de Mendive- donde se formó el líder histórico de la revolución cubana Fidel Castro Ruz.

Muchas veces sin recursos y financiada en ocasiones con el dinero de los propios profesores, las escuelas públicas inventaban actividades y generaban acciones revolucionarias de un elevado nivel patriótico. Está el caso de Spencer, colegio que ante la apatía de los gobiernos de turnos se echó encima la noble tarea de mantener las tumbas de Martí, Céspedes, Mariana Grajales y otros luchadores de las guerras independentistas.

No obstante el hito fundamental del siglo XX es la fundación de la Universidad de Oriente en el año 1947. Para la mayoría fue ésta una universidad que nació como resultado de las luchas del pueblo oriental buscando tener una institución de estudios superiores que formara científicos pero también ciudadanos. De ahí su consigna: Ciencia y conciencia.

Profesores santiagueros, algunos llegados del Instituto de Segundo enseñanza o intelectuales de la vida pública- como Roberto Soto del Rey, Leonardo Griñán Peralta, Felipe Martínez Arango, Pedro Cañes Abril o Max Figueroa, formaron el claustro en sus inicios. A ellos se les unieron otros profesores españoles republicanos, exiliados tras el triunfo del franquismo como el ilustre Francisco Prat Puig, López Rendueles, Almendros, Juan Chavas y muchos que intercambiaron su conocimiento con la hospitalidad de la ciudad histórica.

Tras el triunfo revolucionario el primero de enero de 1959 Ciudad Escolar 26 de julio se convierte en la síntesis de los logros y preceptos que aún defiende la educación cubana. Aquel primer cuartel convertido en escuela es algo de lo real maravilloso que late en el corazón de Cuba.

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