Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 19 mar.— La Declaración de Independencia de Estados Unidos el 4 de julio de 1776 señala en una de sus partes: “Todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su creador ciertos derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad”.
Santiago de Cuba, 19 mar.— La Declaración de Independencia de Estados Unidos el 4 de julio de 1776 señala en una de sus partes: “Todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su creador ciertos derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad”.
Poco más de cien años después, en 1823,
el entonces presidente de esa nación, James Monroe, advirtió a España y
al resto de Europa que América Latina se considera esfera de influencia
para Estados Unidos”, es decir, la célebre doctrina América para los
americanos.
Y esa nefasta doctrina yanqui se llevó a la práctica en 1846 cuando Estados Unidos le arrebató a Méjico la mitad de su territorio, incluidos los hoy poderosos estados norteamericanos de Texas y California.
A partir de ese momento para América Latina comenzó una dramática era de injerencia de Estados Unidos en el subcontinente, incluido parte del Caribe, que suman más de 160 a lo largo de la historia en muchas de las cuales las tropas yanquis invadieron territorios latinoamericanos.
Méjico, Cuba, Nicaragua, Haití, República Dominicana, Panamá, Honduras, Bolivia, Guatemala, y otros fueron países que vieron ollados sus territorios por las botas yanquis, desde que Monroe enarboló su doctrina.
En total suman 25, la casi totalidad, las naciones latinoamericanas que han sufrido de una u otra forma las injerencias del imperio siempre bajo la justificación de garantizar sus interese, que no son más que los recursos naturales que posee esta región del mundo.
Uno de los métodos de injerencia norteamericana en América Latina fue a través de los golpes de estado militares.
Desde el primero que se produjo en Panamá en 1902, hasta el de 2009 que derrocó al gobierno de Manuel Zelaya en Honduras, sumaron 353, con el propósito de sustituir el poder democrático por otro militar.
No se incluye en la cifra anterior el golpe de estado contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías en 2009, ni el que recientemente pretendieron contra el gobierno de Nicolás Maduro el pasado 12 de febrero porque en ambos casos no llegaron a concretarse.
Los tiempos han cambiado y los golpes de estado militares han desaparecido, aunque los dos casos anteriores demuestran que todavía tienen raíces. Ahora los métodos son otros: golpes de calle, golpe petrolero, golpe mediático y otros que son inventos nuevos, que se cocinan y alimentan desde las embajadas norteamericanas en aquellos países que por cualquier motivo desafían al imperio.
La América Latina de hoy no es la misma que la de la Doctrina Monroe en 1823 que consideraba que América era para los americanos. Esta región del mundo se decidió a conquistar su segunda independencia y el imperio norteamericano por muy poderoso que sea tendrá que resignarse a vivir con ella en paz y libertad como desearon los padres de la patria norteamericana.
Y esa nefasta doctrina yanqui se llevó a la práctica en 1846 cuando Estados Unidos le arrebató a Méjico la mitad de su territorio, incluidos los hoy poderosos estados norteamericanos de Texas y California.
A partir de ese momento para América Latina comenzó una dramática era de injerencia de Estados Unidos en el subcontinente, incluido parte del Caribe, que suman más de 160 a lo largo de la historia en muchas de las cuales las tropas yanquis invadieron territorios latinoamericanos.
Méjico, Cuba, Nicaragua, Haití, República Dominicana, Panamá, Honduras, Bolivia, Guatemala, y otros fueron países que vieron ollados sus territorios por las botas yanquis, desde que Monroe enarboló su doctrina.
En total suman 25, la casi totalidad, las naciones latinoamericanas que han sufrido de una u otra forma las injerencias del imperio siempre bajo la justificación de garantizar sus interese, que no son más que los recursos naturales que posee esta región del mundo.
Uno de los métodos de injerencia norteamericana en América Latina fue a través de los golpes de estado militares.
Desde el primero que se produjo en Panamá en 1902, hasta el de 2009 que derrocó al gobierno de Manuel Zelaya en Honduras, sumaron 353, con el propósito de sustituir el poder democrático por otro militar.
No se incluye en la cifra anterior el golpe de estado contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías en 2009, ni el que recientemente pretendieron contra el gobierno de Nicolás Maduro el pasado 12 de febrero porque en ambos casos no llegaron a concretarse.
Los tiempos han cambiado y los golpes de estado militares han desaparecido, aunque los dos casos anteriores demuestran que todavía tienen raíces. Ahora los métodos son otros: golpes de calle, golpe petrolero, golpe mediático y otros que son inventos nuevos, que se cocinan y alimentan desde las embajadas norteamericanas en aquellos países que por cualquier motivo desafían al imperio.
La América Latina de hoy no es la misma que la de la Doctrina Monroe en 1823 que consideraba que América era para los americanos. Esta región del mundo se decidió a conquistar su segunda independencia y el imperio norteamericano por muy poderoso que sea tendrá que resignarse a vivir con ella en paz y libertad como desearon los padres de la patria norteamericana.
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