Justo a las cuatro de la mañana cuando casi medio millón de santiagueros duerme y se abriga en sus sueños, más de un centenar de mujeres y hombres desafían la frialdad de la noche e inician sus labores.
Overoles azules y grises, escobillones, azadones, machetes, carros píquer y recolectores dan los primeros aires de vida a la heroica ciudad, identificando el quehacer de los trabajadores de servicios comunales.
Diariamente en el municipio más poblado del país, se recogen unos 300 metros cúbicos de basura, entre desechos sólidos de uso doméstico y los que generan las instituciones sociales, con el propósito de mantener la higiene y preservar la salud de las personas.
Y aunque mucho se ha ganado en la limpieza de las áreas del casco histórico (donde se localiza el área fundacional de la villa de Santiago de Cuba) y en las arterias principales de la urbe, la conciencia de los hombres aún no reconoce en toda su valía la imprescindible labor de los comunaleros.
Todavía hay quienes se permiten arrojar la basura en cualquier lugar, incluso teniendo a pocos pasos un cesto, y ni por un instante se percatan que están malogrando el trabajo de muchos y contaminando el entorno en el que habitan.
Pero, lo más triste es que a la vuelta de la esquina muchas de personas se quejan de que la higiene en la ciudad aún es deficiente; sin embargo, pocos ponemos cartas sobre el asunto. Y aunque se trate de un problema de conciencia, de educación personal, colectiva y civismo, este también es un problema social que debe ser atendido por las instituciones pertinentes.
La disciplina conlleva al orden, y el orden se logra con legislaciones. Mientras los hechos pasen inadvertidos y cada quien continúe haciendo lo que le plazca en las calles, el trabajo de los comunaleros pasará inadvertido ante la mirada de muchos.
La limpieza de la ciudad es un derecho de todos, pero a la vez es un deber, y como deber tiene un impacto en la sociedad. El ser humano tiene que cumplir con una serie de reglas de comportamiento, dependiendo del lugar, y esas reglas no son más que responsabilidades sociales.
Y las responsabilidades sociales para la salud van desde lo particular hasta lo colectivo. Pasa tanto por los individuos como por las instituciones encargadas de dirigir las políticas que promuevan y protejan la salud.
En un tema como este también podríamos estar hablando de responsabilidad ambiental o responsabilidad moral. Una correcta práctica o una buena conducta en relación con el medio ambiente; y el seguimiento, respeto y cumplimiento de las leyes ambientales no son más que deberes ciudadanos.
Los servicios comunales desempeñan un rol esencial en la sociedad. Sería un caos no contar con esa prestación. Por eso más vale que valoremos su utilidad, y apreciemos el quehacer las mujeres y hombres que cada día entregan a los primeros rayos del sol, una ciudad limpia y agradable.
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