Por Kenia Tabares Robles/Foto José Vladimir Pérez
En todas las culturas del mundo a las flores se les atribuyen no sólo el don de la belleza, sino también la capacidad de serenar el carácter y purificar el aire, porque simbolizan la renovación de la vida, la amistad y el amor.
Desde la antigüedad, las flores han sido motivo de inspiración para artistas y poetas, e incluso se les considera fuentes de placer para los dioses por sus míticos significados, porque muchas de ellas se adoran como símbolos religiosos y de comunicación.
Nuestro país cuenta con suelos y clima favorables para el cultivo de flores; además, aquí existe un enraizado gusto por su consumo, ya sea en un ambiente íntimo o en el ámbito social.
Según la literatura científica más de 6 300 flores existen en Cuba, y de ellas la mitad son endémicas. Ese valioso potencial actualmente se desarrolla con notables resultados en esta provincia, donde el impacto de la floricultura comienza a apreciarse en los jardines de la ciudad, con flores y plantas ornamentales de diversos tipos.
Los cultivos de la floricultura incluyen plantas para uso en canteros, plantas para flores cortadas que luego se venden en paquetes para ser usadas en la decoración del ambiente personal, de fiestas, interiores (rosa, clavel, crisantemos, gladiolo, etc.), y la producción de árboles, arbustos y palmeras, entre otras.
En el territorio, cooperativas, trabajadores por cuenta propia y la actividad de servicios comunales producen el cultivo. Si hace unos años encontrar flores era “un dolor de cabeza”, actualmente ese episodio ha dado un giro. Ta vez no el que necesitamos y aspiramos, pero se nota el cambio en los diferentes espacios dedicados a su comercialización, tanto en las ofertas como en la calidad de las flores.
Se han preparado a jóvenes para desempañar la actividad de venta de flores en arterias principales, en fiestas, celebraciones masivas e incluso en los barrios. Se realizan festivales de las flores, competencias y exposiciones para estimular tanto a los productores, como para fomentar una cultura del detalle en la población.
Al andar por las calles de Santiago de Cuba, al sentarse en sus parques o apreciar sus áreas verdes, se nota que existe interés por darle a las flores y las plantas ornamentales un espacio privilegiado dentro del entorno.
Las flores no sólo embellecen, endulzan el alma y purifican nuestra existencia, también nos hacen más humanos y sensibles ante los tesoros que crea a madre naturaleza. ¡Apreciémoslas!
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