Autor : Israel Hernández Planas
Pocas cosas son tan dolorosas para la familia como los accidentes del tránsito. Son estos actos el velo negro con forma de epidemia que acecha a conductores y peatones sin que se llegue a concebir vacuna más eficaz que la responsabilidad, algo que hoy se ausenta por tramos en muchos choferes.
No es exageración. El pasado año, hubo un considerable aumento del número de accidentes. Según un resumen de la Dirección Nacional de Tránsito con cierre en noviembre de 2011, se registraron 10 553 casos, creciendo en 1 126 accidentes comparado con igual periodo del 2010. Aunque disminuyó levemente el número de muertos a nivel global, el de los lesionados se disparó, con más de 600 a nivel nacional, así como los accidentes de carácter masivo.
Es algo preocupante para el santiaguero que se transporta a diario en los medios alternativos como camiones y camionetas, aunque es cierto que no son los vehículos particulares los únicos que han incidido en las mortales contingencias viales. Sin dudas la Ley 109, mejor “conocida” como Ley de Vialidad y Tránsito es el punto de continuación para no incurrir en accidentes. Lo primero es el conocimiento de la misma y la aplicación al dedillo de cada uno de sus acápites.
Si hiciéramos un sondeo pequeño en un segmento considerable de la población que conduce caeríamos en la cuenta que muy pocos dominan la ley de forma integral y muchos pasan por alto y desconocen las especificidades de la misma, lo que contribuye a las violaciones en la vía.
Mucho empeño pone el Estado en la seguridad vial. Desde la mencionada ley, aprobada en 1 de agosto durante el Quinto Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el Decreto y las Regulaciones Complementarias, hasta los talleres de tránsito en la jornadas nacionales, los círculos de interés para la formación de valores y los disímiles recursos destinados a darle aunque sea el mínimo de confort y el máximo de seguridad a las vías aún en periodo donde la economía hace tambalear a los más poderosos.
Pero todo esfuerzo es poco si aún los conductores violan la seguridad vial poniendo en peligro la vida de pasajeros y las suyas propias. Sí todos contribuimos entonces los accidentes del tránsito dejarán de ser la 5ta causa de muerte en Cuba y sólo pudieran ser actos casuísticos y muy aislados.
Desde las instituciones estatales hasta el simple peatón, es responsabilidad de todos cumplir con las leyes de vialidad y tránsito pero más que eso es lógica esencial poner sentido común en la calle. No por mucho correr se llega en mejor momento.
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