Autor : Rosana Pascual De la Cruz
Nicolás Guillén lo bautizó General de las Cañas. Nacido en una familia humilde sus canciones de cuna fueron tonadas mambisas, sus cuentos infantiles los de un abuelo que llevó toda la familia a la manigua, forjando en ella una fuerte tradición de lucha.
Poseedor de una inteligencia natural, empezó temprano a buscarse la vida: como machetero, escogedor de tabaco, purgador de azúcar.
Ingresó en el primer Partido Comunista de Cuba en 1931, adoptando el seudónimo de Junio. Dirigente de base, fue llevado por los trabajadores en 1941 hasta el cargo más alto: Secretario General de la Federación Nacional de Obreros Azucareros; donde hizo realidad algunas de sus demandas históricas más anheladas.
Dicen los viejos obreros del azúcar que la orden de matar a Jesús Menéndez había sido impartida mucho antes del 10 de diciembre de 1947, cuando declaró al periódico "Hoy": "No comenzaremos la zafra si no nos ponen el diferencial en la punta de la mocha".
Fue entonces el 22 de enero del siguiente año, cuando el tristemente célebre Castillas Lumpuy, le baleó por la espalda en la estación de trenes de Manzanillo.
La muerte de Jesús Menéndez fue un duro golpe para los trabajadores de Cuba. Despareció al hombre, más no sus ideas. La batalla sindicalista se hizo más enérgica. El General de las Cañas revivió en cada obrero, en cada central, en cada grano de azúcar.
El ejemplo de Menéndez se multiplicó en toda Cuba, pero su batalla no es ya por lograr pagos justos, hoy, con un sistema más sólido, el sector azucarero tiene como único objetivo lograr un proceso productivo con la excelencia que merita.
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