Por Margarita Piedra Cesar
Santiago de Cuba, 7 dic.— Todas las guerras son crueles y los que van a ella llevan marcado en su frente una disyuntiva: Vencer o morir.
Y el Titán de bronce Antonio Maceo Grajales era un hombre hecho para la guerra y en las dos campañas que libró por la independencia de Cuba, no fueron pocas las ocasiones que escapó de la muerte hasta el 7 de diciembre de 1896 en que dos balas enemigas lo derribaron para siempre a los 51 años de edad, cuando todavía podía haberle dado mucho a la causa de la libertad de la patria, que para él estaba ante todo.
Antonio Maceo Grajales se incorporó a la primera gesta independentista de Cuba que encabezó Carlos Manuel de Céspedes, días después del Grito de Yara durante la cual libró decenas de combates, 60 de ellos de importancia.
En la campaña de MIL 895 participó también en cientos de combates entre ellos 29 de relevancia. En total participó en 1100 enfrentamientos contra el enemigo, 89 de los cuales fueron cruentas batallas.
Durante las dos guerras el Titán de Bronce recibió en su cuerpo 27 heridas, todas de frente, lo que indica que nunca rehuyó el peligro de la guerra. Esas heridas fueron: DOS balazos en los muslos; DOS en el costado derecho; CUATRO en el vientre; SEIS en el pecho; TRES en los brazos; DOS en los hombros; TRES en la mano derecha; DOS en las piernas; UNA en el cuello, más las dos del último combate.
Por si fuera poco en el período entreguerras, es decir, entre 1979 y 1895 el General Antonio fue objeto de por lo menos SIETE atentados contra su vida en diferentes países donde estuvo, Haití, Santo Domingo, Islas Tuercas, en la colonia británica de Santo Tomás, en Nueva Orleans, Estados Unidos y el último en San José, Costa Rica, el cual fue el de más relativa importancia.
El 7 de diciembre de 1896 una columna española de 365 soldados al mando del jefe Sirujeda, llegó a las cercanías del campamento del Titán de Bronce, en la finca San Pedro y Maceo fue a su encuentro, al tratar de cruzar una alambrada que él ordenó picar el General Antonio recibió dos fatídicos balazos, uno en el vientre y otro en el cuello, este mortal, porque le cercenó la carótida izquierda. Se mantuvo unos segundos sobre su caballo y se desplomó a tierra. Su cadáver quedó solo bajo un nutrido fuego enemigo.
Sobre la muerte del Titán de Bronce en carta de condolencia a su viuda María Cabrales el General en Jefe Máximo Gómez escribió: “Y es que Antonio Maceo adquirió otro título más sublime, y hermoso es el del redentor, no se conocen redentores que sobrevivan y el murió”.
123 años después de su caída en combate el General Antonio sigue siendo el redentor de los cubanos de aquellos y de estos tiempos.
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