Por Adis López González
Santiago de Cuba, 26 jul.— El 26 de julio de 1953 el mundo conoció que había jóvenes en Cuba cuya dignidad representaba un arma indestructible, que garantizaría la posterior victoria de una Revolución. Ineludible referencia histórica, que pareciera leyenda, de tan heroica naturaleza, pero que es verdad y hasta nuestros días conmueven las narraciones acerca de aquellos sucesos.
Ante el abuso de una dictadura, el despertar de la conciencia hizo tuviéramos un 26. Un 26 de julio que jamás quedaría en el olvido, para la gloria eterna de aquellos que hace más de un siglo comenzaron a defender la Patria con el filo del machete.
No se podía dejar morir al Apóstol en el año de su centenario y el ejemplo de la generación de jóvenes que se preparaba desde la Granjita Siboney para ser “libres o mártires”, mitigaría el dolor causado a sus padres y seres queridos, porque “morir por la Patria es vivir”. Así decretaba Abel. Aquel joven que donó el único auto que existe aún, de los dieciséis que participaron en las acciones del asalto a la segunda fortaleza militar de un régimen que representaba el crimen, la tortura, el abuso. Muchos no sabían ni a qué iban. Sólo pocas horas antes se les explicó la necesaria hazaña. Nadie dudó. Iba Fidel al frente.
Aquella mañana de la Santa Ana, en 1953, la dignidad y el patriotismo llegaron al cuartel Moncada. La Historia atesora los sucesos y testimonios en varias publicaciones.
Pero lo sucedido aquel amanecer, enmascarado por los carnavales, convertiría a Fidel en símbolo de esperanza. Sucedieron demasiadas horas de asesinatos y desapariciones hasta que el día del juicio, se escuchara en la sala más que una frase una sentencia: “Condenadme, no importa, la Historia me absolverá”. Así se cumplió.
“El Cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros”. Así lo definiría el líder histórico de la Revolución cubana.
Por eso, año tras año, la fecha convoca al trabajo, a honrar con hechos a la generación que posibilitó que los mambises sí entraran en Santiago e hicieran realidad el programa del Moncada.
Hoy Ciudad Escolar 26 de Julio es prueba fehaciente de los sueños realizados y un Museo representa la capacidad de un pueblo que arrebató su libertad al enemigo. En el sitio donde el oprobio y las miserias humanas mancharon de sangre generosa e inocente a cientos de familias, centenares de niñas y niños aprenden a leer, escribir, calcular, jugar y a sentirse orgullosos de esas aulas, un privilegio que la Revolución regaló a sus pequeños.
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