Ana y Santiago, dos nombres para la historia cubana
Por María Elena López Jiménez
Santiago de Cuba, 27 jul.— Cada nombre lleva un mensaje desde esta ciudad que se enorgullece por marcar la historia de nuestro país en estos dos días en específico del séptimo mes del año.
Destaco inicialmente a la mañana de la Santa Ana, despidiendo al jolgorio del santo patrón, Santiago, el 25 de julio.
Corría el 1953 y la periodista Martha Rojas, recién graduada en ese entonces, viajó desde La Habana a Santiago para participar de la fiesta mayor de su terruño; el corresponsal de Bohemia, Panchito Cano, le solicitó que le hiciera una crónica del carnaval y los pies de fotos para la mencionada revista; el testimonio lo dejó para siempre en un libro: ”pasada la medianoche de aquella jornada, ya en la madrugada del 26, el ambiente no declinaba.
Muchos esperaban el encuentro de la conga de Los Hoyos y la de El Tivolí, en la Trocha, donde se cruzaban los bocús de una y otra. Antes del amanecer sentimos varios estruendos y pensé que se trataba de fuegos artificiales que anunciaban la salida de las congas. Pero Panchito, que tenía más experiencia, me dijo: Marta, esos no son cohetes, son disparos y vienen del lado del Moncada. Yo creo que se fastidió el reportaje, porque lo que está pasando es otra cosa. Y allá fuimos. Lo demás es historia. El caso es que por estar cubriendo el carnaval tuvimos la oportunidad de ser testigos, después, de una página imborrable”.
El asalto al Cuartel Moncada se inscribió en el devenir como un acontecimiento único en el año del Centenario del nacimiento de nuestro José Martí y que la vanguardia de la juventud cubana revivió sus ideales con esa acción.
Muchos poetas y artistas le han cantado a la gesta de los 131 jóvenes asaltantes que dijeron basta al tirano Fulgencio Batista; entre los cantores se encuentra Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, quien escribió “Era la mañana de la Santa Ana”, cuando viajaba a la ciudad de Viena, capital de Austria, para participar en el Séptimo Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en 1959.
Esta joya la hizo pública en el cónclave. “Era la mañana de la Santa Ana, mañana de julio pintada de rosa. Nadie presentía que saldría el Sol por la silenciosa granja de Tizol. Santiago el Apóstol, marchito, dormía como derribado por la algarabía de conga y charanga, locura y alcohol… Es la voz de toda la tierra cubana: —¡Gloria a la mañana de la Santa Ana!”.
Las singularidades de los carnavales santiagueros con sus tradiciones y sus fechas, estamparon días de gloria, hoy declarado Patrimonio Cultural del país. El séptimo mes del año es protagonista de este nombramiento y por qué no? los días de Santiago y Santa Ana.
Hay que identificar también una historia casi leyenda: no podía ser de otra manera. Cuando al Santo Patrón de España lo trajeron hasta esta tierra, y desembarcó en ella, se hizo el milagro: de Santiago Apóstol se transmutó en Santiago rebelde-mambí, cambió la espada por el machete, de los aires europeos a lo aires cubanos; más que cubanos, santiagueros, en la ciudad, la segunda con su nombre en América, que por su historia es Héroe de la República de Cuba. También la fecha no representa una exclusividad para la ciudad, también en otras 12 se festeja en su honor pero no como en el Oriente, que de Santo Patrón se convirtió en Santo mambí: Santiago de Compostela, Galicia, España; Santiago de Chile; Santiago de Guayaquil, (Ecuador); Santiago de Querétaro (México); Santiago de Cali (Colombia); Santiago de Guatemala; Santiago de Veraguas (Panamá); Santiago de Chiquitos, (Bolivia); Santiago de los Caballeros, (Rep. Dominicana); Santiago de Sesimbra (Portugal); Alange (Panamá); en Santiago del Estero y la provincia de Mendoza, Argentina. También celebra el santo ese día la ciudad de Sancti Spíritus, en la provincia cubana del mismo nombre; en la provincia de Santiago de México y en Venezuela, Santiago de León de Caracas.
Aquí se tejen muchas leyendas. Los festejos de julio abren con el actor Dagoberto Gaínza, quien hace desfilar al Santo Patrono en cada carnaval. El rostro blanco. La espada de Apóstol pero el sombrero mambí. Remite a la obra “De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra”, del desparecido artista Raúl Pomares, emblemática pieza del teatro de relaciones, puesta en escena por el entonces Conjunto Dramático de Oriente.
La obra teatral asume la trayectoria santiaguera, vista desde lo popular y sintetizada en escenarios improvisados al principio, en cualquier comunidad del territorio, en parques, escalinatas hasta subirse en teatros en el ámbito internacional; El apóstol llega a la cuidad con sombrero alón, doblado a la usanza mambisa, algunas veces con una banderita cubana como escarapela, con sable o una vara en la mano izquierda, abrigado con capa blanca y roja y montado sobre un brioso caballo blanco…
De forma muy peculiar se narra que desde su fundación, Santiago de Cuba estuvo marcada con signos de rebeldía; del afán guerrero e impositivo del conquistador y de la resistencia del dominado. Esa es la interpretación que hace el texto dramático en el que se contrapone a los personajes Ño Pompa (el pueblo) y a Santiago Apóstol (la cultura del amo) en un proceso que le permite desmitificar la historia... Finalmente, se asiste a la mutación de valores del segundo de los personajes: corre el año 1868; Santiago queda solo enfrentado a su imagen. Sube al pedestal y toma la espada, del Apóstol ecuestre, se expone en el comentario escénico. Ese "Adiós, Apóstol!
Santiago se va”, del escueto y punzante final, de su paso a la insurrección que ese año los cubanos han iniciado contra el dominio de España en la Isla.
Muchos aseguran que fue Emilio Bacardì y Moreau, primer alcalde y personalidad de la cultura, quien lo rescató de tantos “ires y venires” de Santo patrón español en estas tierras, hasta del presidio en celdas del cabildo y salvaguardó la efigie del guerrero montado sobre caballo blanco, que tantas veces había sido paseado en peregrinación por las calles de la villa en los días consagrados a su dignidad. Y en el museo más antiguo de Cuba se expone como misión distintiva en la institución de símbolo de identidad por su hidalguía rebelde.
Y el día 25 de julio merece también ser todo un personaje sinónimo del onomástico de una ciudad carismática, de hecho, de un día de Santo guerrero, patrón, insurrecto, mambí y hoy a la manera del teatro de relaciones como una querida máscara a a pie en los carnavales, para no olvidar que está imbricado en las tradiciones cubanas y el reconocimiento del santiaguero al auténtico legado hispano en el llamado “Nuevo Mundo”.
Con el séptimo mes del año, dos nombres están inscriptos en nuestro devenir.
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