Por María Elena López Jiménez
Santiago de Cuba, 28 may.— Hijo predilecto de la ciudad, por vocación, Rolando Germán González Rodríguez, nació en Unión de Reyes Matanzas, el 28 de mayo de 1931, terruño que amó también entrañablemente.
Santiago de Cuba lo acogió desde los 5 años de edad, donde tambores y corneta china de la conga Paso Franco los saludaron en la casa vetusta del abuelo Perico de Carretera del Morro. Desde entonces supo de la tibieza del Caribe con sus costumbres y tradiciones que plasmó en su obra durante 50 años.
La locución radial fue lo primero en 1951, después vinieron los guiones, la actuación, la dirección de programas, el periodismo y por último, un consolidado documentalista: todo un artista.
La televisión lo atrajo en 1968 pero la radio la mantuvo como su escuela. Bien lo definió el periodista Reinaldo Cedeño cuando escribió que su capacidad de evocación infinita desentrañó los secretos del ángel televisivo y las ondas radiales. Reflejó la historia, la cultura y la vida de la región oriental. Aún se habla de sus últimos TRES programas que hicieron épocas: Guión 5, que cambió el discurso de la crónica televisiva de entonces, Remembranzas y Algo Más, en la TV y "El Santiago que yo conocí", en radio Mambí.
Fundador de la Filial de Cine, Radio y Televisión como su primer presidente de la UNEAC en Santiago de Cuba, crea el Premio Caracol Santiago; integra esa tríada imprescindible de la radio santiaguera con Caignet y Antonio Llogas.
Aunó a un equipo que forjó una escuela, muchos profesionales y técnicos bebieron de su enseñanza y magisterio, le decíamos Maestro, era el guía del andar tanto en la radio como la Televisión. Muchos ya no están, otros se alejaron, todos peinamos canas, pero en la mayoría vive ese tiempo como lo real maravilloso al lado de esa talla de hombre, que le nombramos el cronista mayor desde Guión Cinco, pero que ya había emergido en los programas de “Santiago 11 p.m." de CMKC”, Revista Santiago y “El Santiago que yo conocí”, que continuaron en radio Mambí, luego les siguieron la Revista Santiago televisiva y “Remembranza y algo más” ; inspirados en la primera novia, la protagonista, la esencia, esta ciudad de amores, Reina del Caribe, mujer con nombre de guerrero: Santiago de Cuba.
En sus últimos días, pidió que lo pasearan por la urbe que lo adoptó como hijo privilegiado y en ese momento recitó la más sentida página. Él sabía que se iba y le estaba dedicando su último suspiro. Se
despidió de la vida en su casa de calle 3ra del reparto Sueño, de la terraza-trabajo y del patio del aguacatero, los helechos viejos, la pintura de Hourrutinier, de Lescay, la cerámica de Jacas, la música del Orfeón Santiago, el “toque macho” de la conga de los Hoyos, la fascinación de la Vieja Trova, los boleros inolvidables, Los Compadres, Los Matomoros, Compay Segunfo y ÑIco Saquito, Chepìn, Chovèn, la Ma Teodora, el aroma del café compartido, mañanero, vespertino, o de cualquier hora, la bahía, la Gran Piedra, los cafetales franceses, el arroyo que corre por debajo hasta la bahía, todos los decires que arropó y transmitió con desbordante pasión...La añeja ciudad en el recinto que vio su partida...
Y no pudo ser de otra forma aquel 11 de febrero del 2000, cuando músicos de estirpe mambisa, al compás trovadoresco le cantaron "un para siempre" con “Veinte años”, de María Teresa Vera…. Por la calle de Calvario se elevó la nostalgia de… “Fui la ilusión de tu vida un día lejano ya, hoy represento el pasado, no me puedo conformar…”
Aun pienso del maestro Rolando, de mi maestro, del nuestro, del cronista mayor, del amigo y compañero, que le debo o lo debemos, una obra que refleje su vida y sus amores, que he querido titular, “El Rolo, la magia que vivimos amando”. Un día escribió un periodista que no desapareció; que su presencia renace cada vez que su voz toca la ciudad con la ternura de una caracola agigantada por el arrullo del mar.
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