Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 13 feb.— El 13 de febrero, pero 1958, esbirros de la tiranía batistiana asesinaron en Guantánamo a Paquito Rosales, quien había sido el primer alcalde comunista de Cuba, cargo que ocupó en Manzanillo a partir de 1940 cuando fue elegido por el voto popular atendiendo a su prestigio como líder del Partido y de la Federación Obrera de esa ciudad.
Durante los cuatro años que permaneció como alcalde de Manzanillo, Paquito Rosales fue ejemplo de honestidad y realizó numerosas obras sociales en beneficio de la población, entre ellas la rebaja del precio del agua, de 1.85 pesos a 50 centavos, el pago por el servicio de acueducto y para los más pobres dispuso el suministro de agua gratuito en los barrios; rebaja del costo de las medicinas, para los que no podían pagarla, extendió el servicio eléctrico, ejecutó numerosas calles y vías y abrió escuelas de corte y costura para las mujeres, entre otras.
La historia recoge cómo Paquito se enfrentó a los hombres de negocios norteamericanos, al no prorrogar el arrendamiento del acueducto local una compañía yanqui que cobraba precios abusivos al pueblo, así como también su esforzada lucha contra los conocidos “botelleros”, políticos que cobraban salarios de plazas que no ocupaban.
Al término de su mandato en 1944, Paquito fue postulado por el Partido Comunista como representante a la Cámara, y desde esa posición siguió defendiendo los intereses del pueblo.
Señala el periodista Armando Fernández Martí, que el prestigio y la autoridad de que gozaba este destacado miembro del Partido Comunista, preocupaba a las autoridades de la dictadura batistiana, por lo que aprovechando un viaje a la ciudad de Guantánamo el 7 de febrero de 1958, lo detienen y lo torturan salvajemente para que delatara a sus compañeros; finalmente deciden asesinarlo seis días después, el 13 de febrero, al ver la viril postura de este revolucionario.
Paquito fue asesinado en el Cuartel de la Guardia Rural de Río Frío, a unos 17 kilómetros de la ciudad de Guantánamo, pero sus restos no aparecieron hasta después del triunfo de la Revolución, en enero de 1959. Así pagó con su vida este ejemplar comunista su amor al pueblo y su honestidad sin límites.
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