Por María Elena López Jiménez
Santiago de Cuba, 22 oct.— En el parque Céspedes se hacía el silencio cuando surgían al atardecer las notas de nuestro Himno Nacional para indicar que se iniciaba el concierto sabatino… Eran momentos únicos y el sentimiento patrio se expandía al unirse las voces de los paseantes con la institución insigne de la ciudad, por derecho propio, nacida en la manigua cubana.
¿Cómo olvidar los días infantiles, cuando entre mil juegos, en la vieja plaza, se escuchaba también un paso doble, o bajo la atracción de los metales, fluía dulcemente la melodía de un vals; o la impresión que causaba el incresendo de la percusión en el bolero de Ravel?
Así inició una crónica- premio de la Televisión Cubana y que su autor ya desaparecido físicamente fue un intelectual de alta valía en nuestro país. Rememoro hoy a Rolando González y con él también rindo homenaje a un conjunto ilustre de nuestra ciudad: la banda municipal de concierto, orgullo de los santiagueros.
Una crónica que se remite a la década del 40 del siglo XX: “Para los pequeños de entonces, desaparecía el retozo y los envolvía en la cadencia sonora de la trompeta, el clarinete, el flautín, el bombardino o el cómico bajo de viento”.
La primera vez que los santiagueros escucharon la retreta de su banda corría el mes de septiembre de 1900. El parque de Céspedes fue el escenario inicial y lo ha sido siempre, a las 6 de la tarde de cada sábado y domingo.
El nonagenario Francisco Aguilera, un viejo vecino de la ciudad y fiel asiduo de la antigua Plaza Mayor, recordaba en el escrito que los arpegios los han acompañado desde niño y formaban parte de su propia vida; los niños admiraban a aquellos hombres vestidos con sus uniformes de color azul, quienes seguían encantados la batuta del sobrio director.
Con la adolescencia, la banda también los acompañó en las vueltas dominicales del parque junto a las enamoradas o a las primeras novias…
Hoy todavía la plaza céntrica sirve de lugar para encuentros de los mayores, quienes honran y se deleitan con la agrupación.
Actualmente, el concierto da paso a su historia tan ligada a las tradiciones patrias. Porque ese 19 de septiembre del primer día de la centuria del XX, continuó la herencia de aquella organizada por el mayor general José Maceo que acompañó la Invasión de Oriente a Occidente epopeya del 1895, dirigida por el hermano Antonio, el Titán de Bronce de la bien nombrada guerra necesaria.
También recordó el santiaguero Francisco en la crónica referente que la banda fue una petición de los santiagueros al alcalde Emilio Bacardì para que no cayera en el olvido la mambisa. De los primeros integrantes, algunos pertenecieron a la agrupación originaria, herederos de los pensamientos bravíos.
El director fundador se nombró Calixto Varona y desde entonces varias generaciones de artistas la han integrado hasta que el maestro Alcides Castillo se encargó de regirla. Empezó muy joven y peinó canas en su función.
Cada fin de semana, los 40 instrumentistas aún despiertan el éxtasis de los jóvenes, al igual que los de antes. Y el viejo Francisco tarareaba la balada del trovador cubano Augusto Blanca cuando le cantó: "la banda del parque de un pueblo pequeño y el largo desfile de vueltas y vueltas, semejan planetas de un raro sistema, girando y girando al toque preciso de una contradanza vestida de encajes" .
No hay comentarios:
Publicar un comentario