Por Armando Fernández Martí
"Cadáveres amados los que un día
ensueño fuisteis de la Patria mía,"
Santiago de Cuba, 6 oct.— Tal parece como si José Martí escribiese esos versos para aquellos que el 6 de octubre de 1976, la vileza de un horrendo crimen los convirtió en cadáveres heroicos de la Patria… Nunca la maldad se vio tan bien expresada como entonces. Nunca la bajeza tuvo tanta altura, nunca la impotencia de unos fue tan demente contra otros, nunca el odio fue más criminal.
Cuando la nave de cubana despegó de Barbados, 15 minutos después del mediodía, todo era tan tranquilo. En el interior nada presagiaba la tragedia y aquellos 63 seres, cada uno como era, tenían un pensamiento común: Cuba. Varios centenares de millas los separaban de su suelo y debajo, como una fiera en acecho, la inmensidad del mar, de un azul infinito, parecía esperar el instante del siniestro, para robarles a los criminales su obra.
Una explosión sacó a todos de sus pensamientos. El aparato, herido en pleno vuelo se estremece y en tan solo unos segundos se convierte en un infierno dantesco. La muerte sonríe, porque se sabe vencedora en una batalla imposible por la vida. El avión gira bruscamente y su nariz busca de nuevo en el horizonte la tierra salvadora, la esperanza de un posible aterrizaje alienta de nuevo los corazones, pero fue ese el último sueño de todos, porque otra explosión los aproxima más al sueño eterno.
La nave cae y aquel mar devenido en una gigantesca tumba abre la garganta para tragarse en su inmensidad profunda y oscura el ataúd común de 73 personas, en que se convirtió el DC-8 de Cubana de Aviación, vuelo 455 con destino final La Habana.
Todo eso ocurrió hace 42 años y ningún cubano lo ha olvidado, ni siquiera los que nacieron después. El dolor y el llanto compartido entonces, todavía lo son. A la muerte los seres llegan a resignarse, pero a la muerte inútil e injusta, ¡Jamás! … Y citamos nuevamente a José Martí: "Cuando se muere / en brazos de la Patria agradecida, / la muerte acaba, / la prisión se rompe, / comienza al fin / con el morir la vida"
Los que murieron aquel 6 de octubre de 1976 pertenecen a esos. Viven y lo harán eternamente en el corazón de su pueblo que los recuerda sin llanto, pero con la certeza de que más temprano que tarde la injusticia de aquel crimen temblará por este y por otros tantos que le deben al noble pueblo cubano. ¡Así será!
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