Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 8 oct.— Hoy se cumplen 51 años de aquella fatídica tarde del 8 de octubre de 1967 cuando en la Quebrada del Yuro, próxima al caserío de La Higuera, en Bolivia, libró su último combate frontal contra el régimen dictatorial de ese país el Comandante Ernesto Guevara de la Serna, quien fuera herido en una pierna e inutilizada su arma por un disparo, lo que le permitió a los soldados capturarlo vivo.
Al siguiente día, 9 de octubre, pasado el mediodía, el Che fue asesinado por orden de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, por soldados a los que hubo que embriagar para que pudieran disparar sobre el cuerpo del heroico guerrillero.
Pretendieron de esa forma, acabar con la leyenda del Comandante Guevara, el Che de la Sierra Maestra, el Tatú de las selvas congolesas, el Ramón de la altiplanicie boliviana, pero las balas podrán asesinar hombres, pero no ejemplos; por el contrario hace que sus nombres se multipliquen y se conviertan en bandera de lucha de millones.
El cadáver heroico de Che lo desaparecieron para que nadie jamás lo encontrase. Pero como dijera el poeta: “No por callado, eres silencio, / y no porque te quemen, / porque te disimulen bajo tierra, / porque te escondan / en cementerios, bosques, páramos / van a impedir que te encontremos”
Como dijera el líder de los indígenas Atahualpa Yupanqui al ser descuartizado por los españoles: “Volveré hecho millones”. Y regresaste Che, para estar en todas partes, “Vivo, como no te querían. Firme la voz que ordena sin mandar”, y tu ejemplo guerrillero, semidesnudo el poderoso pecho de fusil y palabras, ocupó espacio en cualquier parte donde hubiera una injusticia: en América, en África, en Asia o en Europa.
51 años después de aquel 8 de octubre de 1967 podemos decirle al Che y a todos los integrantes de su ejército internacionalista que cayeron durante la gesta boliviana, que su ejemplo no es estatua inmóvil de mármol o de yeso, que sus fusiles siguen ganando batallas y libertando pueblos, que sus figuras recorriendo las altiplanicies andinas no son siluetas o fantasmas del pasado, sino corazones latiendo en el presente para hacer del futuro un mundo hecho de dicha para el hombre.
¡Hasta la Victoria Siempre!, ¡Comandante Guevara!
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