Santiago de Cuba, 12 jul.— La gesta del Moncada es ineludible referencia para conocer la última etapa de lucha del proceso revolucionario cubano. El 26 de julio de 1953 el mundo conoció que había jóvenes en Cuba cuya dignidad representaba un arma indestructible que garantizaría la posterior victoria de una Revolución.
Ante el abuso de una dictadura, el despertar de la conciencia hizo tuviéramos un 26. Un 26 de julio que jamás quedaría en el olvido, para la gloria eterna de aquellos que hace más de un siglo comenzaron a defender la Patria con el filo del machete.
No se podía dejar morir al Apóstol en el año de su centenario y el ejemplo de la generación de jóvenes que se preparaba desde la Granjita Siboney para ser “libres o mártires”, mitigaría el dolor causado a sus padres y seres queridos, porque “morir por la Patria es vivir”. Así decretaba Abel.
Aquella mañana de la Santa Ana, en 1953, sería más que un asalto a una fortaleza que representaba el horror, el crimen, la ignominia. La Historia atesora los sucesos y testimonios en varias publicaciones.
Pero lo sucedido aquel amanecer, enmascarado por carnavales, convertiría a Fidel en símbolo de esperanza. Sucedieron demasiadas horas de asesinatos y desapariciones hasta que el día del juicio, se escuchara en la sala más que una frase una sentencia: “Condenadme, no importa, la Historia me absolverá”. Así se cumplió.
Por eso, año tras año, la fecha convoca al trabajo, a honrar con hechos a la generación que posibilitó que los mambises sí entraran en Santiago e hicieran realidad el programa del Moncada. Hoy Ciudad Escolar es prueba fehaciente de los sueños realizados y un Museo representa la capacidad de un pueblo que arrebató su libertad al enemigo.
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