Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 10 may.— Se cumplen hoy 149 años de aquel 10 de mayo de 1869, cuando ante la posibilidad de que los españoles tomaran el poblado camagüeyano de Guáimaro sus habitantes lo incendiaron, convirtiéndolo en escombros y cenizas que fue todo lo que encontraron los colonialistas al entrar en el ya histórico lugar.
Exactamente un mes atrás, el 10 de abril de 1869, Guáimaro había sido la sede de la celebración durante dos días de la Asamblea Constituyente donde se aprobó la Primera Constitución Revolucionaria de la isla y se constituyó la República en Armas que erigió como Presidente al iniciador de las luchas independentistas Carlos Manuel de Céspedes.
En Guáimaro se reunieron los representantes de Oriente, Camagüey y Las Villas convirtiendo a ese poblado camagüeyano en capital simbólica de la revolución durante casi un mes, quedando asentado en ese lugar el gobierno encabezado por Céspedes y la Cámara de Representantes, que era el órgano legislativo del Estado en armas.
Precisamente, con el objetivo de interrumpir las labores del gobierno y la cámara fue que los españoles, con el siniestro Conde de Balmaseda al mando, se propusieron tomar a Guáimaro para demostrar que los revolucionarios no ejercían sus funciones en ningún poblado, sino vagando por los campos.
Ante la imposibilidad de los mambises de enfrentar el poderoso contingente militar colonialista que avanzaba sobre Guáimaro, fue que la noche del 10 de mayo de 1869 los revolucionarios y habitantes de ese pueblo decidieron incendiarlo para que no cayera en poder de los españoles.
De esa forma tan altruista los pobladores de Guáimaro siguieron el ejemplo de los habitantes de Bayamo, que el 12 de enero de ese mismo año 1869 incendiaron la ciudad, para que esta no cayera en manos de los españoles, dirigidos en esa ocasión también, por el Conde de Balmaseda.
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