Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 25 mar.— Como un documento excepcional de nuestra historia es catalogado el Manifiesto de Montecristi, que el 25 de marzo de 1895 en esa localidad dominicana firmaron José Martí y Máximo Gómez, convirtiéndose de hecho en el Programa de la Revolución, que desde el 24 de febrero de ese mismo año había estallado en la isla bajo la dirección del Partido Revolucionario Cubano.
El manifiesto explica las razones que justificaban y exigían la independencia de Cuba, al tiempo que destaca la imperiosidad de una guerra necesaria y breve, que no sería contra el pueblo o el simple ciudadano español, sino contra el régimen colonial que oprimía y esclavizaba a la isla.
Asimismo, el manifiesto rechaza toda consideración geopolítica sobre el futuro de Cuba, relacionándolo o integrándolo a los marcos estatales de otra nación, matando así las esperanzas de los que soñaban con la anexión a Estados Unidos.
La magna tarea, señala el documento, no es fuente de improvisación, sino obra de dos generaciones que mostraron la unidad y solidez de la revolución cubana, lo cual confirma la presencia de José Martí, delegado del Partido Revolucionario Cubano y de Máximo Gómez, designado General en Jefe del Ejército Libertador.
De Montecristi saldría por el mundo ese 25 de marzo de 1895, hace 123 años, el Manifiesto cuyo contenido, a pesar del tiempo que ha transcurrido, permanece vivo en el corazón de cada cubano y es también un tesoro del patrimonio de nuestra América, la de la Patagonia al Bravo, frente a las pretensiones hegemónicas del imperio yanqui, que Martí en su tiempo definió como “el norte revuelto y brutal que nos desprecia”
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