Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 25 mar.— “Somos optimistas, confiamos en la victoria, nuestra juventud y nuestros ideales nos invitan a luchar, y a triunfar”. Estas palabras fueron dichas por un revolucionario cubano excepcional, Julio Antonio Mella, del cual se conmemora hoy el aniversario 115 de su natalicio, ocurrido el 25 de marzo de 1903, en La Habana.
Mella fue uno de esos hombres imprescindibles, porque nunca se cansó de luchar por la justicia social de los cubanos, y aún más allá de toda la América Latina. Alguien lo llamó hombre de fuego, porque es considerado como el revolucionario cubano que más hizo en menor tiempo, pues fue asesinado cuando todavía no había cumplido 26 años de edad.
La biografía de Mella confirma cuánto de volcán tuvo su corta vida. En 1922 fundó la Federación Estudiantil Universitaria, la gloriosa FEU, de la cual fue su Presidente. Asimismo condujo la Reforma Universitaria que se llevaba a cabo en América Latina desde 1918, organizó el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, incluidos los de la Enseñanza Media; fundó la Revista Alma Mater, que aún se edita en nuestros días, además de crear la Universidad Popular José Martí que permitió el acceso de los obreros a las aulas universitarias.
En agosto de 1925, Julio Antonio Mella junto a Carlos Baliño fundaron el Primer Partido Comunista Marxista-Leninista de Cuba, continuador histórico del Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martí en MIL 892 y precursor del actual Partido Comunista de Cuba. De ese primer partido Mella fue miembro de su Comité Central, pero además creó también la Liga Antimperialista y militó en la Liga Anticlerical, en su lucha contra el fascismo que surgía en Europa.
Por todas esas razones Julio Antonio Mella fue expulsado de la Universidad de La Habana y se vio obligado a exiliarse en Méjico, desde donde continuó siendo guía de la lucha de su patria y colaboró en tareas políticas con el movimiento obrero mejicano y de otros países de Latinoamérica, convirtiéndose de esa forma en el enemigo público número uno de la dictadura de Gerardo Machado en Cuba y por supuesto, de sus amos los imperialistas norteamericanos, quienes lo sentenciaron a muerte.
Su asesinato el 10 de enero de 1929, pudo acabar con la vida física de aquel extraordinario joven revolucionario, pero no con el ejemplo que le dejó a las futuras generaciones cuando expresó: “Hasta después de muertos somos útiles”. Así lo recordamos hoy 115 años después de su natalicio.
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