Santiago de Cuba, 19 ene.— Siempre populosa, herencia colonial. En el corazón de Santiago de Cuba la calle Enramadas parece desafiar el calor habitual en la ciudad. Sus casi 20 cuadras reciben todo el día una multitud impetuosa: a quienes buscan acceder al centro comercial más importante de la urbe o simplemente escapar de la rutina.
En cada esquina hay un personaje, una historia. ¿Qué santiaguero desconoce lo que es desfilar sobre sus adoquines y mezclarse entre la gente? Atrás quedaron los tiempos en que hojas de palma cubrían los quioscos cuando había festividad. Hoy las vidrieras atraen las miradas y quizás pocos sepan que de esa antigua tradición viene el nombre por el cual es conocida.
Fuego. En él sucumbió esta costumbre. Lo que comenzó como una broma en un puesto de empanadillas durante unas fiestas, provocó un incendio que amenazó con extenderse por toda la ciudad. Nunca más volvió a cubrirse Enramadas con hojas de palma, reflejo de nuestra cubanía, para que ya no ardiera.
Pero lo hizo. Más de un siglo después, ante las miradas incrédulas de los transeúntes nocturnos, nuevas llamas amenazaron sus estructuras. La inconciencia de algunos se vio personificada en las llamaradas que por unas horas mantuvieron en vilo a pueblo y autoridades. Sin dudas fue una noche triste en la que nadie transitaba sereno.
A pesar de ello, la calle Enramadas no tardó en lucir nuevos bríos y el fuego que la atemorizó hace arder de renovación a Santiago de Cuba. Hoy por sus adoquines, siempre frecuentados, se desfila con tranquilidad.
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