Santiago de Cuba, 18 nov.— Nacido en Baní, en la república Dominicana, un 18 de noviembre, Máximo Gómez Báez, alcanza la gloria sin proponérselo en Cuba, con su incorporación a la guerra de los diez años, donde demostró cualidades excepcionales como hombre, patriota y estratega militar.
Se destacó en la lucha por la
independencia a la que se entregó en octubre de 1868 bajo las ordenes de
Carlos Manuel de Céspedes y llegó a ocupar el cargo de General en Jefe,
el más alto de las fuerzas libertadoras.
Tiene Gómez Báez entre sus méritos indiscutible haber dirigido la primera carga al machete en la zona de Pino de Baire en noviembre de 1868, actual territorio del municipio de Contramaestre en la provincia de Santiago de Cuba. Este procedimiento lo trae como una experiencia de su tierra natal y a partir de ese momento se convirtió en un arma eficaz para pelear contra los enemigos.
Sin embargo en esta fecha de aniversario quiero traer a estas páginas no al guerrero sino al hombre sencillo, de mirada aguda, que nunca claudicó, el que a pesar de una precaria situación económica junto a su familia acepto la propuesta de Martí de organizar dentro y fuera del país el ejército libertador a lo que respondió sin dilación alguna "desde ahora puede usted contar con mis servicios".
Al caer Antonio Maceo en combate y a su lado el joven Panchito Gómez Toro, hijo del generalísimo, este con gran pesar por la pérdida escribe a la esposa del titán, "Usted que puede, sin sonrojarse ni sonrojar a nadie, entregarse a los inefables desbordes del dolor, llore, llore, María, por ambos, por Usted y por mí..."
Se hizo célebre por la disciplina implacable que imprimió a sus tropas, no permitió nunca el atropello o robo de sus soldados a los campesinos, ni cobardías, tuvo sus propios códigos de justicia y fue respetado por ello.
En los tiempos difíciles en que primó el caudillismo y la falta de unidad Gómez hizo valer sus criterios con sólidos argumentos, en varias ocasiones fue discriminado por ser extranjero y respondió con grandilocuencia:
"..Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrán contar con un amigo.
Tiene Gómez Báez entre sus méritos indiscutible haber dirigido la primera carga al machete en la zona de Pino de Baire en noviembre de 1868, actual territorio del municipio de Contramaestre en la provincia de Santiago de Cuba. Este procedimiento lo trae como una experiencia de su tierra natal y a partir de ese momento se convirtió en un arma eficaz para pelear contra los enemigos.
Sin embargo en esta fecha de aniversario quiero traer a estas páginas no al guerrero sino al hombre sencillo, de mirada aguda, que nunca claudicó, el que a pesar de una precaria situación económica junto a su familia acepto la propuesta de Martí de organizar dentro y fuera del país el ejército libertador a lo que respondió sin dilación alguna "desde ahora puede usted contar con mis servicios".
Al caer Antonio Maceo en combate y a su lado el joven Panchito Gómez Toro, hijo del generalísimo, este con gran pesar por la pérdida escribe a la esposa del titán, "Usted que puede, sin sonrojarse ni sonrojar a nadie, entregarse a los inefables desbordes del dolor, llore, llore, María, por ambos, por Usted y por mí..."
Se hizo célebre por la disciplina implacable que imprimió a sus tropas, no permitió nunca el atropello o robo de sus soldados a los campesinos, ni cobardías, tuvo sus propios códigos de justicia y fue respetado por ello.
En los tiempos difíciles en que primó el caudillismo y la falta de unidad Gómez hizo valer sus criterios con sólidos argumentos, en varias ocasiones fue discriminado por ser extranjero y respondió con grandilocuencia:
"..Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrán contar con un amigo.
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