Santiago de Cuba, 11 sep.— Cómo escribir de un hombre inmenso que pasó por la vida dejando siempre huellas de amor, cómo decir en una cuartilla la mezcla de pólvora y poesía que le acompañaron en las circunstancias más complejas, de su amistad, de su respeto a Fidel y a Raúl, del cariño de los moradores de una ciudad rebelde que le despidió un 11 de Septiembre llorando su partida a la inmortalidad hace ocho años.
Escribir en mayúscula sobre él sería la
solución de esta periodista que lo admiró desde las páginas de los
libros de historia, esa que forjó con humildad desde niño limpiando
zapatos y vilipendiado por el color oscuro de su piel en una Cuba
sometida que despertó en él la imperiosa necesidad de un cambio.
Contar que un día de esos reportes sorpresas que te permite la profesión lo encontré allá en la Sierra Maestra donde fundó el Tercer Frente Guerrillero Mario Muñoz vistiendo camisa azul, pantalón azul oscuro, un ancho sombrero y contemplando un salto del rio, respiraba la tranquilidad del lomerío recorriendo con sus ojos palmo a palmo la montaña, reeditando a saber cuáles de sus historias algunas ya hechas leyendas por el imaginario popular.
Llenaría un párrafo más alegando la frase que le hizo admirado cuando en pleno desembarco del yate Granma y en la sorpresa del primer combate de Alegría de Pio cuando la bisoña tropa pisaba tierra alguien instaba a rendirse y en una muestra de valentía, intransigencia y virilidad respondió, "aquí no se rinde nadie…" y una palabrota detrás, y así fue nunca se rindió, estuvo como soldado ejemplar en todos los combates formando parte hasta que su corazón dejó de asistirle un septiembre gris en que sus grados de Comandante se reforzaban en los labios del pueblo que le quiso y respetó.
Confesaría mi sentimiento y sano orgullo porque mis allegados me llamen Lupe y saber que una mexicana con ese nombre inspiró una de las canciones de amor más hermosas que compuso Juan Almeida Bosque en su amplio repertorio, les hablaría de mi emoción ante las letras que salidas de su autoría dignifican a Santiago, ciudad que amo, hasta confesar "yo soy como los santiagueros me voy, pero siempre vuelvo".
Por eso resuelvo que para hablar del Comandante Almeida hoy y siempre habrá que hacerlo en Mayúscula.
Contar que un día de esos reportes sorpresas que te permite la profesión lo encontré allá en la Sierra Maestra donde fundó el Tercer Frente Guerrillero Mario Muñoz vistiendo camisa azul, pantalón azul oscuro, un ancho sombrero y contemplando un salto del rio, respiraba la tranquilidad del lomerío recorriendo con sus ojos palmo a palmo la montaña, reeditando a saber cuáles de sus historias algunas ya hechas leyendas por el imaginario popular.
Llenaría un párrafo más alegando la frase que le hizo admirado cuando en pleno desembarco del yate Granma y en la sorpresa del primer combate de Alegría de Pio cuando la bisoña tropa pisaba tierra alguien instaba a rendirse y en una muestra de valentía, intransigencia y virilidad respondió, "aquí no se rinde nadie…" y una palabrota detrás, y así fue nunca se rindió, estuvo como soldado ejemplar en todos los combates formando parte hasta que su corazón dejó de asistirle un septiembre gris en que sus grados de Comandante se reforzaban en los labios del pueblo que le quiso y respetó.
Confesaría mi sentimiento y sano orgullo porque mis allegados me llamen Lupe y saber que una mexicana con ese nombre inspiró una de las canciones de amor más hermosas que compuso Juan Almeida Bosque en su amplio repertorio, les hablaría de mi emoción ante las letras que salidas de su autoría dignifican a Santiago, ciudad que amo, hasta confesar "yo soy como los santiagueros me voy, pero siempre vuelvo".
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