Santiago de Cuba, 2 abr.— Por sus indiscutibles y casi incalculables aportes a la música cubana, por su sencillez, por ese talento del cual nacieron tantas composiciones dedicadas a Santiago de Cuba, por ser el creador del género «Pilón», y por una lista interminable de méritos, es que el Maestro Enrique Bonne fue agasajado en la más reciente estrega de la peña «Escalinata», espacio que habitualmente se realiza en la Casa Dranguet.
En él se reconoce el creador
comprometido con su pueblo, con la renovación artística y con la
juventud. Por eso, la Asociación de Hermanos Saíz, de Santiago de Cuba,
le entregó el sello conmemorativo 30 aniversario, y en la mano de su
presidente, el agradecimiento de los jóvenes virtuosos.El
historiador Rafael Duharte, al hablar del papel de Bonne en la música
cubana y en específico del grupo creado por él, «Los Tambores de Enrique
Bonne», aseguró que “es el hombre que le da categoría de señor al
tambor, él le permite al tambor en Santiago de Cuba entrar en los
salones, en el siglo XIX era un elemento de la calle, callejero, pero
Bonne le abre los espacios más cultos, más cercanos a la alta cultura, y
esto tiene un valor extraordinario, es un hito en la cultura
santiaguera, a partir de «Los Tambores de Enrique Bonne», ya no solo se
puede disfrutar del tambor solo en la conga sino también en estos
espectáculos fabulosos de su grupo, con otras características, otro
formato y otra sonoridad”.
En la más reciente entrega de la peña «Escalinata», espacio que habitualmente se dedica al tema del patrimonio, además del agasajo al Maestro Enrique Bonne, se resaltó a la Rumba y su impronta en la cultura nacional y universal.El historiador Rafael Duharte señala que no se sabe con certeza el momento de llegada a Santiago de Cuba del tambor, aunque se vincula con el arribo de los primeros esclavos africanos, y este último hecho fue aproximadamente en la década del 20 del siglo 16, pocos años después de fundada esta antigua villa colonial española.
Apunta el investigador que el tambor viajó en los barcos negreros como lo hace la cultura: en la mente de las personas. Los esclavos, apenas comenzaron relacionarse con la ciudad y sus ciudadanos, empezaron a construir sus tambores, con maderas locales y pieles de animales de la región.
“Apareció así un tambor propio de Santiago de Cuba, no era el africano, que seguro tenía una sonoridad distinta, pero llegó en la mente de los esclavos y aquí se quedó hasta la actualidad”, detalla Duharte y añade que “este instrumento vivió durante una etapa muy larga en la marginalidad en la urbe, más o menos unos 250 años vivió así. En ese período el panorama sonoro de la ciudad estaba dominado por la música española. El tambor estaba asociado de forma marginal con la música de los esclavos en ingenios y cafetales. En las crónicas se dice que en los carnavales estaba apartado, durante los siglos XVII y XVIII domina en el carnaval la música española”.
Acota el historiador, que esa situación se transforma en Santiago de Cuba en la primera mitad del siglo XIX, con la llegada de los franceses y sus esclavos, que inundan la ciudad y sus alrededores. En se momento el tambor desplaza a la guitarra y toma el ritmo de las fiestas, del carnaval santiaguero, hecho que se mantiene hasta nuestros días, y es uno de los fenómenos más importantes de la cultura de esta urbe, y es, además, un hito en el Rumbón Mayor.
En la más reciente entrega de la peña «Escalinata», espacio que habitualmente se dedica al tema del patrimonio, además del agasajo al Maestro Enrique Bonne, se resaltó a la Rumba y su impronta en la cultura nacional y universal.El historiador Rafael Duharte señala que no se sabe con certeza el momento de llegada a Santiago de Cuba del tambor, aunque se vincula con el arribo de los primeros esclavos africanos, y este último hecho fue aproximadamente en la década del 20 del siglo 16, pocos años después de fundada esta antigua villa colonial española.
Apunta el investigador que el tambor viajó en los barcos negreros como lo hace la cultura: en la mente de las personas. Los esclavos, apenas comenzaron relacionarse con la ciudad y sus ciudadanos, empezaron a construir sus tambores, con maderas locales y pieles de animales de la región.
“Apareció así un tambor propio de Santiago de Cuba, no era el africano, que seguro tenía una sonoridad distinta, pero llegó en la mente de los esclavos y aquí se quedó hasta la actualidad”, detalla Duharte y añade que “este instrumento vivió durante una etapa muy larga en la marginalidad en la urbe, más o menos unos 250 años vivió así. En ese período el panorama sonoro de la ciudad estaba dominado por la música española. El tambor estaba asociado de forma marginal con la música de los esclavos en ingenios y cafetales. En las crónicas se dice que en los carnavales estaba apartado, durante los siglos XVII y XVIII domina en el carnaval la música española”.
Acota el historiador, que esa situación se transforma en Santiago de Cuba en la primera mitad del siglo XIX, con la llegada de los franceses y sus esclavos, que inundan la ciudad y sus alrededores. En se momento el tambor desplaza a la guitarra y toma el ritmo de las fiestas, del carnaval santiaguero, hecho que se mantiene hasta nuestros días, y es uno de los fenómenos más importantes de la cultura de esta urbe, y es, además, un hito en el Rumbón Mayor.
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