Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 2 sep.— Como si se presintiera que iba a ser testigo de la historia, la tarde habanera de aquel viernes 2 de septiembre de 1960 se presentaba con un sol tenue y un clima que coqueteaba entre el verano que se iba y el otoño que llegaba.
Por las avenidas y calles que daban
acceso a la Plaza de la Revolución José Martí, centenares de habaneros
confluían a ese lugar para ir formando una masa compacta de centenares
de miles, convocados para participar en un acontecimiento único: La
Asamblea General del Pueblo de Cuba. Aquellos eran tiempos muy
convulsos. Internamente la lucha de clases se agudizaba entre una
burguesía resistida a perder sus intereses y privilegios de explotadores
y la gran masa de los desposeídos que pujaba por instaurar el poder del
pueblo.
Las agresiones internas se sucedían unas tras otras y todas encontraban la viril respuesta revolucionaria. El sabotaje al vapor La Coubre, los grupos de alzados en Pinar del Río, El Escambray y en el Oriente, los sabotajes económicos, la quema de caña y las incursiones de avionetas y lanchas piratas que tiroteaban pueblos y ciudades, entre otras, llegaron a constituir el pan de cada día de la Revolución Cubana.
Externamente, la nueva administración demócrata yanqui de John F. Kennedy, heredada de la republicana de Eisenhower, siniestros planes agresivos encaminados a la destrucción total de la Revolución. Por otra parte, el imperialismo pretendía utilizar en sus planes a América Latina como punta de lanza para agredir a Cuba, contando con el apoyo de los gobernantes plegados a los intereses de Washington por migajas, teniendo como pantalla a la organización regional títere de la OEA.
Frente a todo ello, en la plaza habanera, Cuba alzó su voz representada por el Comandante en jefe Fidel Castro: "Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí, en Cuba, Territorio Libre de América, el pueblo en uso de las facultades que dimanan del efectivo ejercicio de la soberanía, se constituye en Asamblea general Nacional…"
Así se encabezaba aquel documento histórico donde Cuba denunciaba los planes agresivos norteamericanos contra la Revolución y también contra los pueblos hermanos de nuestra América y los pueblos pobres del mundo, porque ya desde entonces se avizoraban las pretensiones hegemónicas yanquis, tanto militar como económicas, tal y como lo demostró la historia posteriormente.
Aquel documento aprobado por el pueblo habanero el 2 de septiembre de 1960, hace ahora 56 años, se conoce históricamente como La Primera Declaración de La Habana y su contenido sigue teniendo aún vigencia, como las tienen también La Segunda Declaración de La Habana, la Declaración de Santiago y el más reciente que es continuación histórica de aquellos: El Juramento de Baraguá.
Las agresiones internas se sucedían unas tras otras y todas encontraban la viril respuesta revolucionaria. El sabotaje al vapor La Coubre, los grupos de alzados en Pinar del Río, El Escambray y en el Oriente, los sabotajes económicos, la quema de caña y las incursiones de avionetas y lanchas piratas que tiroteaban pueblos y ciudades, entre otras, llegaron a constituir el pan de cada día de la Revolución Cubana.
Externamente, la nueva administración demócrata yanqui de John F. Kennedy, heredada de la republicana de Eisenhower, siniestros planes agresivos encaminados a la destrucción total de la Revolución. Por otra parte, el imperialismo pretendía utilizar en sus planes a América Latina como punta de lanza para agredir a Cuba, contando con el apoyo de los gobernantes plegados a los intereses de Washington por migajas, teniendo como pantalla a la organización regional títere de la OEA.
Frente a todo ello, en la plaza habanera, Cuba alzó su voz representada por el Comandante en jefe Fidel Castro: "Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí, en Cuba, Territorio Libre de América, el pueblo en uso de las facultades que dimanan del efectivo ejercicio de la soberanía, se constituye en Asamblea general Nacional…"
Así se encabezaba aquel documento histórico donde Cuba denunciaba los planes agresivos norteamericanos contra la Revolución y también contra los pueblos hermanos de nuestra América y los pueblos pobres del mundo, porque ya desde entonces se avizoraban las pretensiones hegemónicas yanquis, tanto militar como económicas, tal y como lo demostró la historia posteriormente.
Aquel documento aprobado por el pueblo habanero el 2 de septiembre de 1960, hace ahora 56 años, se conoce históricamente como La Primera Declaración de La Habana y su contenido sigue teniendo aún vigencia, como las tienen también La Segunda Declaración de La Habana, la Declaración de Santiago y el más reciente que es continuación histórica de aquellos: El Juramento de Baraguá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario