Santiago de Cuba, 21 ene.— La peculiar y cotidiana alegría de los santiagueros ha ido languideciendo por estos días en que la preocupación se apodera de todos al incrementarse el vaivén de la tierra que augura la probabilidad de un sismo de gran intensidad.
Desde mi ventana contemplo un paisaje casi gris e invernal, no siento la música de la vecina, ni las tertulias de los hogares cercanos después de las comidas, el perro de al lado se muestra inquieto y siento desde lejos el cacareo de una gallina.
Mi amiga Gertrudis incondicional como siempre ofrece detalles de las informaciones oficiales y las que NO, recomienda cuidarse
Ha vuelto a temblar perceptible, lo que se suma a un concierto de más de 700 movimientos de la tierra, de esta madre tierra que nos salva y nos mata, donde nacemos, crecemos y quedamos sepultados para siempre.
Esta tierra que desde su corazón late precipitadamente, hoy nos asusta tanto con un posible alumbramiento de contracciones, gritos y un dolor fuerte pero como todo parto finalmente cuando cese ese momento se vuelve abrir la puerta de la vida.
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