Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 11 ene.— Desde hace 36 años, cada once de enero trae al recuerdo de los cubanos a Celia Sánchez Manduley, calificada con toda justeza como "la más hermosa y autóctona flor de la Revolución y su fibra más íntima y querida"…
Santiago de Cuba, 11 ene.— Desde hace 36 años, cada once de enero trae al recuerdo de los cubanos a Celia Sánchez Manduley, calificada con toda justeza como "la más hermosa y autóctona flor de la Revolución y su fibra más íntima y querida"…
Y es que no se puede hablar de la
Revolución, ni de su máximo líder Fidel, sin mencionar el nombre de
Celia, cuya seductora personalidad y menuda figura, ya forman parte de
la Historia de Cuba, porque se ganó ese derecho con su heroico actuar.
Y a Celia hay que verla mucho antes de la etapa guerrillera en la Sierra Maestra. Hay que recordarla junto a su padre escalando el Pico Turquino en 1953, para colocar allí el busto de José Martí, en año del centenario de su natalicio.
Hay que recordar a Celia profundamente humana, repartiendo juguetes entre los niños pobres de Pilón, el Día de Reyes, o preocupándose por los niños sin escuelas o sin medios para asistir a ellas, o compartiendo suerte con los pescadores pobres del mar. A Celia hay que recordarla integrando la primera célula del movimiento 26 de Julio, en Pilón, o como activa luchadora clandestina en la ciudad de Manzanillo donde llegó a ocupar responsabilidades en la organización.
Y fue esta incansable mujer quien organizó y movilizó a los campesinos que se encargarían de recibir a los expedicionarios del Granma, para conducirlos hasta la Sierra Maestra. Ella misma confesaba haber quedado impresionada y convencida de la justeza de la lucha emprendida por Fidel, tras el primer encuentro con el líder en la Sierra Maestra el 5 de febrero de 1957, cuando apenas la guerrilla la integraban 18 hombres. Desde entonces confió en la victoria.
Junto a Frank País, Celia Sánchez Manduley contribuyó al primer envío de hombres y armas a la Sierra para reafirmar la guerrilla y ella misma después se convirtió en guerrillera y en la mano derecha de Fidel, al que acompañó y asistió hasta el último día de su muerte.
Por su amor a la historia conservó cada documento expedido durante la lucha revolucionaria y organizó un valioso archivo que hoy constituye la memoria de la Revolución Cubana.
El 11 de enero de 1980, una enfermedad cruel hizo que dejara de existir físicamente, toda Cuba la lloró, porque se había perdido una gran revolucionaria, la de la mano amiga y la sonrisa franca, la combatiente manzanillera, la heroína del llano y de la Sierra, Celia Sánchez Manduley.
Es por ello que aún permanecen vivas las palabras de Armando Hart Dávalos, aquel triste día su partida: "Celia era, y será siempre para todos sus compañeros, la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana".
Y a Celia hay que verla mucho antes de la etapa guerrillera en la Sierra Maestra. Hay que recordarla junto a su padre escalando el Pico Turquino en 1953, para colocar allí el busto de José Martí, en año del centenario de su natalicio.
Hay que recordar a Celia profundamente humana, repartiendo juguetes entre los niños pobres de Pilón, el Día de Reyes, o preocupándose por los niños sin escuelas o sin medios para asistir a ellas, o compartiendo suerte con los pescadores pobres del mar. A Celia hay que recordarla integrando la primera célula del movimiento 26 de Julio, en Pilón, o como activa luchadora clandestina en la ciudad de Manzanillo donde llegó a ocupar responsabilidades en la organización.
Y fue esta incansable mujer quien organizó y movilizó a los campesinos que se encargarían de recibir a los expedicionarios del Granma, para conducirlos hasta la Sierra Maestra. Ella misma confesaba haber quedado impresionada y convencida de la justeza de la lucha emprendida por Fidel, tras el primer encuentro con el líder en la Sierra Maestra el 5 de febrero de 1957, cuando apenas la guerrilla la integraban 18 hombres. Desde entonces confió en la victoria.
Junto a Frank País, Celia Sánchez Manduley contribuyó al primer envío de hombres y armas a la Sierra para reafirmar la guerrilla y ella misma después se convirtió en guerrillera y en la mano derecha de Fidel, al que acompañó y asistió hasta el último día de su muerte.
Por su amor a la historia conservó cada documento expedido durante la lucha revolucionaria y organizó un valioso archivo que hoy constituye la memoria de la Revolución Cubana.
El 11 de enero de 1980, una enfermedad cruel hizo que dejara de existir físicamente, toda Cuba la lloró, porque se había perdido una gran revolucionaria, la de la mano amiga y la sonrisa franca, la combatiente manzanillera, la heroína del llano y de la Sierra, Celia Sánchez Manduley.
Es por ello que aún permanecen vivas las palabras de Armando Hart Dávalos, aquel triste día su partida: "Celia era, y será siempre para todos sus compañeros, la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana".
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