Por Claudia González Catalán
Santiago de Cuba, 15 ene.— 10 de enero en Baconao, Santiago de Cuba. 10 pasado meridiano. Primer sismo perceptible en el año que comienza. 3.2 grados. Quizás esta hubiera sido la noticia unos días atrás. Pero asistir en tiempo real al registro de un sismo no es hecho cotidiano. Extraña llegar hasta el Centro Nacional de Investigaciones Sísmicas (CENAIS) con un propósito y experimentar este contradictorio añadido.
Santiago de Cuba, 15 ene.— 10 de enero en Baconao, Santiago de Cuba. 10 pasado meridiano. Primer sismo perceptible en el año que comienza. 3.2 grados. Quizás esta hubiera sido la noticia unos días atrás. Pero asistir en tiempo real al registro de un sismo no es hecho cotidiano. Extraña llegar hasta el Centro Nacional de Investigaciones Sísmicas (CENAIS) con un propósito y experimentar este contradictorio añadido.
Ni siquiera para los profesionales que desde allí que toman constantemente el pulso a la tierra transcurre sin asombro.
Cualquier alteración en la señal lleva implícita la gran responsabilidad de mitigar el riesgo ante actividad telúrica en el territorio nacional. Bien saben ellos que no sólo los edificios se estremecen cuando tiembla en Cuba.
Una serie de 89 sismos registrados el 25 de septiembre y otros percibidos en octubre con intensidades entre los III y IV grados, destacaron entre la actividad telúrica de la zona Santiago-Baconao en el 2015. Pero ya no solo tiembla en la falla Oriente.
Otras regiones de la mayor de las Antillas, registraron sismicidad en el año que concluye. Destacan los 4,2 grados de magnitud en el sismo registrado al sur de Jaguey Grande, Matanzas; o las dos series con más de 200 movimientos, varios perceptible hasta IV de intensidad en la zona de Sibanicú-Cascorro.
El vicedirector técnico del CENAIS, Dr.C Enrique Arango Arias, nos acerca a las causas de esta actividad inusual para los cubanos: “Cuba pertenece a la Falla de Norteamérica que se desplaza de este a oeste. Por tanto, en el interior del país existen también fallas activas que son capaces de generar sismos. No con la frecuencia y la magnitud que ocurren en la parte suroriental de Cuba pero sí han llegado a registrar algunos de fuerte intensidad.”
El Servicio Sismológico Nacional de Cuba registró un total de 5 063 movimientos que sacudieron el territorio nacional durante el 2015, aunque solo 17 perceptibles. Números de un año con actividad sísmica normal. No obstante, la vigilancia no descansa.
Explica Arango Arias que no es posible predecir con exactitud el momento o las características de un sismo: “Sin embargo, los terremotos tienen un ciclo de preparación. La falla Oriente está cercana a una zona interplacas con un movimiento transcurrente. De acuerdo a sus características, el período de recurrencia oscila entre 70 y 80 años. La energía acumulada en este tiempo es lo que determina los ciclos de repetitividad de un movimiento fuerte.”
Revisemos las cuentas de la historia. Entre los siglos XVI y XX unos 300 sismos perceptibles se reportaron en el oriente cubano, de ellos 24 considerados como fuertes.
Significativos los ocurridos en junio de 1766 y agosto de 1852, con intensidad de IX grados y otros dos de VIII grados en noviembre de 1852 y febrero de 1932. Desde entonces, Santiago de Cuba, la ciudad de mayor riesgo sísmico del país, no registra un temblor de gran intensidad.
Sólo la tecnología puede “sentir” los recónditos latidos de la tierra. Por esta razón, la modernización es una constante en el centro rector de la actividad sísmica en el territorio nacional.
El 2015 representó un año de mejoras tecnológicas importantes para el sistema sismológico en Cuba, nos comenta Arango Arias: “Se implementaron varios sistemas de adquisición de la señal sísmica en tiempo real (SeisComp3, Earthworm y RTQuake). Esto ha permitido la recepción simultánea de los registros de las estaciones sismológicas instaladas dentro y fuera del país. Esto permite mayor precisión en la localización de los epicentros, así como facilitar la inserción de equipamiento de diferentes tecnologías y fabricantes a la red cubana.”
Destaca también una mayor precisión en los cálculos estimados de la vulnerabilidad sísmica en instalaciones y viviendas, resultado del trabajo conjunto de la institución con especialistas noruegos. Prioridad que continúa en 2016 para la mitigación de la vulnerabilidad y la ampliación de la capacidad de respuesta ante fenómenos de gran magnitud.
Para este año el CENAIS agenda el fortalecimiento del servicio
sismológico nacional con el aumento de siete estaciones además de las 14
ya existentes. Cinco de estas como parte del proyecto de colaboración
internacional “Ciudades preparadas y alertas ante el riesgo sísmico en
el oriente cubano”, según afirma la ingeniera Yelena Berenguer Heredia,
co-directora del mismo.Cualquier alteración en la señal lleva implícita la gran responsabilidad de mitigar el riesgo ante actividad telúrica en el territorio nacional. Bien saben ellos que no sólo los edificios se estremecen cuando tiembla en Cuba.
Una serie de 89 sismos registrados el 25 de septiembre y otros percibidos en octubre con intensidades entre los III y IV grados, destacaron entre la actividad telúrica de la zona Santiago-Baconao en el 2015. Pero ya no solo tiembla en la falla Oriente.
Otras regiones de la mayor de las Antillas, registraron sismicidad en el año que concluye. Destacan los 4,2 grados de magnitud en el sismo registrado al sur de Jaguey Grande, Matanzas; o las dos series con más de 200 movimientos, varios perceptible hasta IV de intensidad en la zona de Sibanicú-Cascorro.
El vicedirector técnico del CENAIS, Dr.C Enrique Arango Arias, nos acerca a las causas de esta actividad inusual para los cubanos: “Cuba pertenece a la Falla de Norteamérica que se desplaza de este a oeste. Por tanto, en el interior del país existen también fallas activas que son capaces de generar sismos. No con la frecuencia y la magnitud que ocurren en la parte suroriental de Cuba pero sí han llegado a registrar algunos de fuerte intensidad.”
El Servicio Sismológico Nacional de Cuba registró un total de 5 063 movimientos que sacudieron el territorio nacional durante el 2015, aunque solo 17 perceptibles. Números de un año con actividad sísmica normal. No obstante, la vigilancia no descansa.
Explica Arango Arias que no es posible predecir con exactitud el momento o las características de un sismo: “Sin embargo, los terremotos tienen un ciclo de preparación. La falla Oriente está cercana a una zona interplacas con un movimiento transcurrente. De acuerdo a sus características, el período de recurrencia oscila entre 70 y 80 años. La energía acumulada en este tiempo es lo que determina los ciclos de repetitividad de un movimiento fuerte.”
Revisemos las cuentas de la historia. Entre los siglos XVI y XX unos 300 sismos perceptibles se reportaron en el oriente cubano, de ellos 24 considerados como fuertes.
Significativos los ocurridos en junio de 1766 y agosto de 1852, con intensidad de IX grados y otros dos de VIII grados en noviembre de 1852 y febrero de 1932. Desde entonces, Santiago de Cuba, la ciudad de mayor riesgo sísmico del país, no registra un temblor de gran intensidad.
Sólo la tecnología puede “sentir” los recónditos latidos de la tierra. Por esta razón, la modernización es una constante en el centro rector de la actividad sísmica en el territorio nacional.
El 2015 representó un año de mejoras tecnológicas importantes para el sistema sismológico en Cuba, nos comenta Arango Arias: “Se implementaron varios sistemas de adquisición de la señal sísmica en tiempo real (SeisComp3, Earthworm y RTQuake). Esto ha permitido la recepción simultánea de los registros de las estaciones sismológicas instaladas dentro y fuera del país. Esto permite mayor precisión en la localización de los epicentros, así como facilitar la inserción de equipamiento de diferentes tecnologías y fabricantes a la red cubana.”
Destaca también una mayor precisión en los cálculos estimados de la vulnerabilidad sísmica en instalaciones y viviendas, resultado del trabajo conjunto de la institución con especialistas noruegos. Prioridad que continúa en 2016 para la mitigación de la vulnerabilidad y la ampliación de la capacidad de respuesta ante fenómenos de gran magnitud.
Con fondos de la Unión Europea y rectorado por el CENAIS, el proyecto se propone además, fortalecer la capacidad de resiliencia de tres ciudades de la zona suroriental de Cuba: Baracoa, Guantánamo y Santiago de Cuba.
“De igual forma -alega Yelena-, la novedosa instalación de 30 acelerógrafos en Santiago de Cuba y 10 en Guantánamo, permitirá crear un mapa de sacudida. Con este, se determinarán las aceleraciones del suelo ante un evento de gran magnitud y, en correspondencia, las zonas de mayor intensidad y afectaciones, para ubicar allí el grueso de los recursos.
“Finalmente este proyecto persigue fortalecer la capacitación de técnicos y actores locales en las acciones ante terremotos fuertes. Así se alcanzaría también a la población, con énfasis particular en enfoques de género y personas con discapacidad.”
Ampliación tecnológica comprometida con una mayor precisión y el aumento de las capacidades de respuesta.
Complemento al esfuerzo insomne de estos profesionales que procuran minimizar los riesgos cuando la tierra se estremece en Cuba.
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