Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 27 nov.— El fusilamiento de los 8 estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871, hace hoy 144 años, no fue justicia, sino crimen; no fue política, sino venganza; no fue poder, sino impotencia.
Santiago de Cuba, 27 nov.— El fusilamiento de los 8 estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871, hace hoy 144 años, no fue justicia, sino crimen; no fue política, sino venganza; no fue poder, sino impotencia.
Aquellos muchachos fueron acusados de
algo que no hicieron: profanar los sepulcros de furibundos integristas
españoles, entre ellos, del periodista Gonzalo de Castañón.
De ello se les acusó y un primer Consejo de Guerra no pudo demostrar la veracidad de los hechos y las condenas fueron débiles, pero los voluntarios de la capital necesitaban sangre, la pedían, la exigían.
Fue por eso que un segundo Consejo de Guerra, aun sabiendo que eran inocentes, condenó a la pena de muerte por fusilamiento.
Por eso el 27 de noviembre de 1871 fueron ejecutados: Alfonso Álvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, Juan de Marcos Medina, Pascual Rodríguez, Carlos de la Torre, Eladio González, Ángel Laborde y Carlos Verdugo.
La condena por aquel crimen fue unánime, incluso entre los propios españoles, y los estudiantes fusilados pasaron a integrar el martirologio de nuestra incipiente patria.
En patrióticos versos José Martí los llamó: “Cadáveres amados los que un día/ ensueños de patria mía”… Y más que ensueño, fueron, son y serán ejemplos de los estudiantes cubanos y sobre todo, de aquellos que han abrazado la noble profesión de médicos, de la cual tanto se enorgullece hoy Cuba.
De ello se les acusó y un primer Consejo de Guerra no pudo demostrar la veracidad de los hechos y las condenas fueron débiles, pero los voluntarios de la capital necesitaban sangre, la pedían, la exigían.
Fue por eso que un segundo Consejo de Guerra, aun sabiendo que eran inocentes, condenó a la pena de muerte por fusilamiento.
Por eso el 27 de noviembre de 1871 fueron ejecutados: Alfonso Álvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, Juan de Marcos Medina, Pascual Rodríguez, Carlos de la Torre, Eladio González, Ángel Laborde y Carlos Verdugo.
La condena por aquel crimen fue unánime, incluso entre los propios españoles, y los estudiantes fusilados pasaron a integrar el martirologio de nuestra incipiente patria.
En patrióticos versos José Martí los llamó: “Cadáveres amados los que un día/ ensueños de patria mía”… Y más que ensueño, fueron, son y serán ejemplos de los estudiantes cubanos y sobre todo, de aquellos que han abrazado la noble profesión de médicos, de la cual tanto se enorgullece hoy Cuba.
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