Por Coral Vázquez PeñaSantiago de Cuba, 27 nov.— Había una vez una joven que no quería estudiar. Su madre fue tajante “entonces tienes que trabajar”. Y así a los 17 años de edad fue que esta muchacha comenzó su vida laboral.
Entonces era el año 1972 y sin ninguna
experiencia comenzó a laborar en un centro donde muy pocos eran
graduados de nivel superior y el jefe tanto dio que al cabo de unos años
ya todos eran profesionales.
Desde el primer día la acogieron como a una hija y le dieron la mano para enseñarla, educarla y guiarla por la vida en el más amplio sentido de la palabra hasta julio de este año en que la joven, ya no tanto, se jubiló.
Esa es mi historia como la de muchos que hoy pertenecen a la Unión de Periodistas de Cuba y que como yo comenzamos a trabajar siendo muy jóvenes.
Ofrezco disculpas por utilizar el órgano oficial de TV Santiago para agradecer a quienes guiaron mis primeros pasos en el oficio de educar, informar y comunicar, primero en Tele Rebelde y luego Tele Turquino y a quienes con el tiempo se sumaron al colectivo del departamento informativo y que siempre he considerado como mi familia.
Sólo tres nombres voy a escribir por temor a que me falten algunos y comprenderán por qué. Mi primer jefe ese que casi me obligó a estudiar se llama Antonio Moltó, el actual Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, de él aprendí la pasión por el oficio. Los pininos en el periodismo fueron con César Lechuga y en la televisión con Armando Fernández, con ellos aprendí el respeto por la verdad, a estar comprometida con el tiempo histórico, el rigor en la búsqueda de la información fidedigna y verificable, la amistad de grupo y la necesidad de formarse una base cultural.
Este 27 de noviembre me encuentra jubilada pero no retirada de un oficio al decir de García Márquez el mejor del mundo.
Desde el primer día la acogieron como a una hija y le dieron la mano para enseñarla, educarla y guiarla por la vida en el más amplio sentido de la palabra hasta julio de este año en que la joven, ya no tanto, se jubiló.
Esa es mi historia como la de muchos que hoy pertenecen a la Unión de Periodistas de Cuba y que como yo comenzamos a trabajar siendo muy jóvenes.
Ofrezco disculpas por utilizar el órgano oficial de TV Santiago para agradecer a quienes guiaron mis primeros pasos en el oficio de educar, informar y comunicar, primero en Tele Rebelde y luego Tele Turquino y a quienes con el tiempo se sumaron al colectivo del departamento informativo y que siempre he considerado como mi familia.
Sólo tres nombres voy a escribir por temor a que me falten algunos y comprenderán por qué. Mi primer jefe ese que casi me obligó a estudiar se llama Antonio Moltó, el actual Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, de él aprendí la pasión por el oficio. Los pininos en el periodismo fueron con César Lechuga y en la televisión con Armando Fernández, con ellos aprendí el respeto por la verdad, a estar comprometida con el tiempo histórico, el rigor en la búsqueda de la información fidedigna y verificable, la amistad de grupo y la necesidad de formarse una base cultural.
Este 27 de noviembre me encuentra jubilada pero no retirada de un oficio al decir de García Márquez el mejor del mundo.
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