Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 31 ago.— Agosto de 1898 pasó a la historia como el mes en que se consumó en la práctica la intervención militar norteamericana a Cuba, luego que el día 12 España y Estados Unidos firmaran un armisticio de paz que ponía fin a la guerra hispano-cubano-americana, aunque no fue hasta el 10 de diciembre de ese año que el conflicto terminaría oficialmente con el Tratado de París rubricado en la capital francesa por representantes de los dos imperios, el decadente español y el naciente yanqui.
Santiago de Cuba, 31 ago.— Agosto de 1898 pasó a la historia como el mes en que se consumó en la práctica la intervención militar norteamericana a Cuba, luego que el día 12 España y Estados Unidos firmaran un armisticio de paz que ponía fin a la guerra hispano-cubano-americana, aunque no fue hasta el 10 de diciembre de ese año que el conflicto terminaría oficialmente con el Tratado de París rubricado en la capital francesa por representantes de los dos imperios, el decadente español y el naciente yanqui.
Ni a la firma del armisticio de paz del
12 de agosto, ni a la del Tratado de París del 10 de diciembre fue
invitado el Ejército Libertador Cubano, que durante 30 años luchó por la
independencia de la isla y que sin lugar a dudas, fue el que determinó
la derrota de España y propició la victoria norteamericana cuando
Estados Unidos se inmiscuyó en el conflicto, con la engañosa intención
de colaborar con los patriotas cubanos.
Sobre lo anterior es necesario recordar, que el 13 de abril de MIL 898 el Congreso norteamericano aprobó una Resolución Conjunta, sancionada el día 20 por el presidente William McKinley, donde le declaraba la guerra a España tomándose como pretexto la explosión del acorazado Maine, el 15 de febrero de ese año, cuando realizaba una visita al puerto de La Habana.
El artículo primero de esa Resolución Conjunta señalaba: “el pueblo de la isla de Cuba es y de hecho debe ser libre e independiente”, mientras que el artículo dos Estados Unidos exigía a España renunciara inmediatamente a su autoridad y gobierno en la isla de Cuba, retirando del territorio de esta y de sus aguas, sus fuerzas militares y navales, en tanto que el artículo cuatro del documento reconocía que Estados Unidos no tenía ni deseo ni intención de ejercer jurisdicción o soberanía sobre la isla excepto para pacificarla.
Esa Resolución Conjunta del congreso norteamericano y el presidente McKinley fue engañosa de principio a fin, un cuento de hadas para dormir a los patriotas cubanos porque le realidad fue bien distinta y Estados Unidos hizo todo lo contrario a lo que públicamente había manifestado para colaborar con la independencia de Cuba.
Precisamente, por estos días finales de agosto, pero de MIL 898, el General en Jefe del Ejército Libertador Máximo Gómez Báez anotó en su diario a propósito del cese de hostilidades en la guerra hispano-cubano-americana: “Se ha firmado la paz, es cierto, pero también lo es que fue una lástima, que los hombres del norte, largo tiempo indiferentes, contemplaran el asesinato de un pueblo noble y heroico (…) ¡Por fin Cuba es libre y toca a la historia juzgarnos a todos!.
El Generalísimo Máximo Gómez tuvo entonces toda la razón. Desde MIL 898, con la intervención militar yanqui, hasta MIL 959, Cuba nunca fue libre ni independiente y sus relaciones con Estados Unidos siempre estuvieron marcadas por el Injerencismo bajo uno u otro disfraz.
Sobre lo anterior es necesario recordar, que el 13 de abril de MIL 898 el Congreso norteamericano aprobó una Resolución Conjunta, sancionada el día 20 por el presidente William McKinley, donde le declaraba la guerra a España tomándose como pretexto la explosión del acorazado Maine, el 15 de febrero de ese año, cuando realizaba una visita al puerto de La Habana.
El artículo primero de esa Resolución Conjunta señalaba: “el pueblo de la isla de Cuba es y de hecho debe ser libre e independiente”, mientras que el artículo dos Estados Unidos exigía a España renunciara inmediatamente a su autoridad y gobierno en la isla de Cuba, retirando del territorio de esta y de sus aguas, sus fuerzas militares y navales, en tanto que el artículo cuatro del documento reconocía que Estados Unidos no tenía ni deseo ni intención de ejercer jurisdicción o soberanía sobre la isla excepto para pacificarla.
Esa Resolución Conjunta del congreso norteamericano y el presidente McKinley fue engañosa de principio a fin, un cuento de hadas para dormir a los patriotas cubanos porque le realidad fue bien distinta y Estados Unidos hizo todo lo contrario a lo que públicamente había manifestado para colaborar con la independencia de Cuba.
Precisamente, por estos días finales de agosto, pero de MIL 898, el General en Jefe del Ejército Libertador Máximo Gómez Báez anotó en su diario a propósito del cese de hostilidades en la guerra hispano-cubano-americana: “Se ha firmado la paz, es cierto, pero también lo es que fue una lástima, que los hombres del norte, largo tiempo indiferentes, contemplaran el asesinato de un pueblo noble y heroico (…) ¡Por fin Cuba es libre y toca a la historia juzgarnos a todos!.
El Generalísimo Máximo Gómez tuvo entonces toda la razón. Desde MIL 898, con la intervención militar yanqui, hasta MIL 959, Cuba nunca fue libre ni independiente y sus relaciones con Estados Unidos siempre estuvieron marcadas por el Injerencismo bajo uno u otro disfraz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario